RETROSPECTIVA

 

 

 

 

 

 

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El 11 de Septiembre en la Memoria de los Afganos más Viejos

 

"Todo cambió a partir de entonces." Recuerdan. 

Los ciudadanos de más edad rememoran el miedo del día del ataque, la incertidumbre durante la guerra y una cierta mejora en su calidad de vida en los primeros años de la intervención estadounidense

 

Pocos en Afganistán recuerdan el 11-S. Dos tercios de sus 39 millones de habitantes tienen menos de 25 años. Solo los mayores guardan memoria de aquellos atentados ocurridos a 10.000 kilómetros de su país, pero que dieron un vuelco a sus vidas y reescribieron su futuro. En los lugares más remotos ni siquiera se enteraron de inmediato. Con la televisión prohibida por los talibanes que entonces gobernaban y ahora han vuelto al poder, la radio y el boca a boca fueron las principales vías de información.

 

Wahidullah tenía 25 años cuando Al Qaeda echó abajo las Torres Gemelas y atacó el Pentágono. Ya entonces trabajaba como cambista de divisas en el Saray Shahzada (Mercado del Príncipe) de Kabul, un trabajo informal pero autorizado. “Dos días antes habían matado al comandante Masud y eso era todo lo que se hablaba en el mercado y en la ciudad”, evoca en referencia al asesinato del líder guerrillero Ahmad Shah Masud por Al Qaeda. “Luego ocurrió el ataque contra Estados Unidos y todo cambió a partir de entonces”, resume.

 

Todavía siente un ligero escalofrío al recordar la noticia. “Nos enteramos por la radio. Como entonces la televisión estaba prohibida, por la noche en mi familia solíamos escuchar la radio”, relata. “Al principio, no sabíamos qué había sucedido o quién estaba detrás, pero cuando EE UU acusó a Bin Laden, nos asustamos mucho porque era una gran potencia y su amenaza resultaba peligrosa”, declara. Todos sabían quién era Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda. “Vino a hacer la yihad y se quedó”, apunta Wahidullah.

 

En pocas semanas, empezaron los bombardeos. “Mucha gente se fue, pero mi familia se quedó y viví los ataques sobre Kabul. Ninguno de mis parientes murió en esa guerra, pero sí alguno de nuestros vecinos”, rememora. El daño vino después, cuando la ocupación se prolongó y muchos afganos murieron en los bombardeos de EE UU y sus aliados, y los atentados de los talibanes contra su presencia.

 

Hoy, este padre de ocho hijas se muestra convencido de que la intervención estadounidense mejoró sus vidas. “Hubo más trabajo, abrieron las escuelas, aunque yo continué con lo mío, también el negocio aumentó mucho”, resume. Ahora, dice no haber recibido ninguna amenaza ni tener miedo, pero le preocupa la economía. “La situación está muy mal y no hay trabajo. Ese es nuestro problema”, concluye.

 

Fuera de Kabul y otras ciudades, la información circulaba más lenta. Todavía en la actualidad apenas el 30% de la población afgana es urbana; entonces, quienes vivían en el campo rondaban el 80%. Shaima, un ama de casa de 50 años, estaba entre ellos; residía en Surhood, un pueblo de la provincia de Nangarhar. “Lo oímos en la radio a la mañana siguiente; no sabíamos qué iba a pasar cuando Estados Unidos atacara, pero decidimos quedarnos”, cuenta la mujer —cubierta con pañuelo, pero con la cara descubierta— durante una visita al mercado. No lamenta esa decisión.

 

 

Su marido, que había estado en el Ejército comunista y entonces trabajaba un pequeño terreno adyacente a su casa, se unió al nuevo Ejército. “Hemos tenido una buena vida gracias a su salario y al de nuestro hijo”, confía. “Nuestros hijos han estudiado, el mayor es ingeniero, la segunda acaba de terminar contabilidad y ahora, sin ingresos, no podemos pagar el colegio de la pequeña”, explica. “No tengo miedo de los talibanes; solo quiero trabajo para mi marido y mis hijos; para poder vivir y pagar la educación de Maryam”, añade mientras la pequeña, de 12 años, se esconde tímidamente detrás de su madre.

 

Mohsen Kayumi debió de ser uno de los pocos afganos que se enteró del 11-S por la televisión. “Aunque estaba prohibido, en casa teníamos un aparato escondido y por la noche la sacábamos”, justifica este hombre de 52 años, propietario de una pequeña tienda de venta de oro. “Al principio pensamos que era un mero accidente aéreo. Solo entendimos la gravedad, cuando EE UU amenazó a los talibanes con un ataque si no entregaban a Bin Laden. Nos preguntábamos qué sería de nosotros”, recuerda.

 

Aun así, tampoco los Kayumi se fueron de Kabul durante “la guerra americana”. “Yo seguí trabajando con mi padre en esta misma tienda, como ahora lo hacen mis hijos conmigo”, dice señalando a Bashir y Navid. Algún pariente murió en los bombardeos, pero en la familia cercana no hubo víctimas. Bashir, de 28 años, recuerda la agitación y los nervios de aquellos días. Navid, de 18, solo lo que le han contado los mayores.

 

El padre coincide con otros entrevistados en que la intervención estadounidense resultó positiva, aunque lo que vino detrás la arruinó. “El negocio no iba bien durante los talibanes. Con el nuevo Gobierno de [Hamid] Karzai todo mejoró. Ahora hemos vuelto a 2001, la gente no tiene dinero y está preocupada por el futuro”, resume mientras entrega un billete de 10 afganis (0,1 euros) a cada pedigüeño que se asoma por su puerta (y son al menos media docena en la media hora que la periodista pasa con él).

 

La economía de Afganistán ya sufrió un fuerte golpe el año pasado, cuando la tasa de pobreza aumentó del 55% al 72% debido a la contracción provocada por la covid, según datos del Banco Mundial. El Programa de Desarrollo de la ONU (PNUD) estima que en los próximos seis meses el número de afganos que vive con menos de dos dólares al día alcanzará hasta el 97% debido a la interrupción de la ayuda extranjera y la prolongada sequía.

 

Kayumi explica que los afganos solían comprar oro como inversión, para las bodas o, en el caso de las mujeres jóvenes, “porque les gusta y como ganaban dinero se lo podían permitir”. Sin embargo, desde el 15 de agosto dice que no ha vendido nada. “Por lo demás, la vida sigue normal. No es como antes de 2001, cuando los talibanes golpeaban a la gente por la calle sin motivo. Ahora eso no ocurre, pero la economía está parada”, subraya.

 

Pero sus hijos desconfían. “Los jóvenes tenemos miedo. Hasta ahora no nos han dicho nada sobre la ropa ni el pelo, pero tememos por el futuro”, interviene Navid que viste unos vaqueros y una camiseta con dibujos. “Nadie está contento”, asegura Bashir quien, como su padre, ha optado por el tradicional shalwar kamiz (camisa larga sobre pantalones amplios).


Rey Felipe de Bélgica Pide Perdón por Matanzas Propiciadas por

sus Antepasados en el Congo

 

Por primera vez, el Rey Felipe de Bélgica reconoce los «actos de violencia y crueldad» infligidos durante el gobierno colonial en lo que es ahora la República Democrática del Congo. El monarca también ha expresado sus «más profundos remordimientos» por el « sufrimiento y la humillación» causados bajo el dominio belga en el país africano. Lo hace en una carta enviada al presidente congoleño, Félix Tshisekedi, con motivo de los 60 años de independencia de la excolonia. Se trata del primer monarca belga reinante en reconocer las atrocidades cometidas durante el reinado de Leopoldo II, aunque no llega a nombrarle directamente. El Rey Felipe es un descendiente directo del gobernante del siglo XIX.

 

En la misiva, publicada en los medios belgas, el Rey Felipe elogia la «asociación privilegiada» entre las dos naciones a día de hoy aunque reconoce que ha habido «episodios dolorosos» en su historia en el siglo XX. «Para fortalecer aún más nuestros lazos y desarrollar una amistad aún más fructífera, debemos ser capaces de hablar entre nosotros sobre nuestra larga historia común con toda verdad y serenidad», escribió. «Me gustaría expresar mis más profundos remordimientos por estas lesiones del pasado, cuyo dolor ahora es revivido por la discriminación aún demasiado presente en nuestras sociedades», escribió el Rey Felipe. «Continuaré luchando contra todas las formas de racismo. Aliento la reflexión iniciada por nuestro parlamento para que nuestra memoria se pacifique definitivamente». Al tratarse de una monarquía constitucional, su declaración tiene que haber sido «acordada» previamente con el gobierno del primer ministro, Sophie Wilmès.

 

Revisar el pasado

 

Este inédito gesto por parte del Rey Felipe llega después de la una oleada de protestas en todo el mundo contra la desigualdad racial (Black Lives Matters), que se desencadenó por la muerte de George Floyd en los Estados Unidos bajo custodia policial el mes pasado. Dicho asesinato ha reavivado el debate sobre el racismo en Bélgica, convirtiendo las numerosas estatuas de Leopoldo II en blanco del vandalismo. En el país hay un movimiento ciudadano que pide revisar la historia y descolonizar el espacio público, mediante la retirada de sus estatuas y renombrando las calles e instituciones que aún hoy llevan su nombre. Hay una petición en curso para eliminar todas sus estatuas que ya ha recibido más de 80.000 firmas.

 

Bélgica controló el país centroafricano desde el siglo XIX hasta su independencia en 1960. Bajo el reinado de Leopoldo II se produjo una explotación masiva de los recursos naturales del Congo en su beneficio, sirviéndose de la esclavitud; las crueles torturas como la mutilación de manos y los asesinatos en masa estaban a la orden del día. Aunque se desconoce el número exacto de fallecidos, se estima que entre cinco y diez millones de africanos murieron a causa de enfermedades y abusos durante el sangriento dominio colonial de Bélgica. El rey Leopoldo II renunció al «poder» en 1908, y Bélgica se anexionó formalmente el país, renombrándolo el Congo Belga hasta que logró su independencia en 1960.


Hace 75 años finalizó la Segunda Guerra Mundial

 

Las Perseguidas, Violadas, Golpeadas y Valientes Mujeres Alemanas,

después de la Gran Guerra que Desoló a su País

 

Supervivientes e historiadores recuerdan las agresiones que sufrieron las mujeres en el fin de la contienda y

su papel protagonista en la reconstrucción del país

 

La joven Helga Cent-Velden tenía entonces 18 años. Una vecina la había delatado y los soldados rusos fueron directos a buscarla a la casa trasera. “Cuando escuché que golpeaban la puerta con un arma, supe que eran ellos. Me escondí en la esquina de un armario, me acurruqué y me cubrí de ropa. Registraron toda la casa pero no me encontraron”, recuerda con precisión ahora en Berlín. Aquella era la primavera de 1945 y Cent-Velden logró burlar escondida a los soldados rusos que violaron a sus vecinas. Cuando callaron las bombas, la joven Cent-Velden salió a las calles de Berlín a limpiar escombros y a reconstruir el nuevo país junto con miles de mujeres.

 

Cuando se conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial hace ahora 75 años y de la derrota del régimen nazi , Cent-Velden y otras testigos directas rememoran la esperanza ante el fin de la guerra. Pero también los abusos, el miedo, la lucha por sacar adelante a la familia y hasta los suicidios de mujeres del bando perdedor, que se sintieron incapaces de afrontar un futuro que Joseph Goebbels había pintado con rabo y cuernos de diablo. Los investigadores han ido arrojando en los últimos años luz sobre la lucha por la supervivencia de las mujeres de a pie en aquellos meses, en los que la barbarie de la guerra había condenado a muchos hombres al frente o a la tumba.

 

A sus 93 años, Cent-Velden posa hoy sonriente en su apartamento berlinés, dos calles más allá de la casa en la que creció. Ha perdido la vista, pero mantiene una memoria y una locuacidad envidiables. “Los soldados soviéticos se llevaron a muchas mujeres de los sótanos para divertirse. En mi barrio hubo muchas violaciones y suicidios”, recuerda. Ella vivía junto al Tiergarten, donde los soldados fueron entrando casa por casa. Cerca de la suya, había un hospital en el que las enfermeras “sufrieron mucho, porque los rusos se portaron muy mal”. Cent-Velden logró esquivar hasta dos veces a aquellos soldados soviéticos que hablaban una lengua que no entendía y que le resultaban temibles.

 

Las agresiones de las que habla Cent-Velden no son un caso aislado. Las estimaciones de Miriam Gebhardt, profesora de Historia de la Universidad de Constanza hablan de cientos de miles de víctimas de violaciones y no todas a manos de los temidos soldados rusos, sino también de americanos, franceses e ingleses. Gebhardt, autora de Als die Soldaten kamen (Cuando llegaron los soldados), explica que “cuando llegaban los vencedores, registraban las casas para buscar a gente del partido y armas. Primero confiscaban los objetos de valor y a veces también violaban a las mujeres. Hubo agresiones en grupo, en las casas, en los bosques o en burdeles ambulantes montados en hoteles”, detalla.

 

Sus estimaciones, basadas en parte en extrapolaciones, hablan de cerca de 860.000 víctimas. Gebhardt reconoce que se trata solo de una aproximación, que no es posible tener una cifra concreta porque muy pocas mujeres hablaban de lo que les había pasado, en parte porque temían que les culparan de haber tratado de seducir a su agresor. “Fueron episodios generalizados de violaciones contra las mujeres en toda Alemania”. La violencia contra las mujeres duró hasta el final de la ocupación en 1955, según Gebhardt, quien explica que el tema se abordó al principio para determinar si el Estado pagaría pensiones a los niños nacidos de esas violaciones, pero que luego cayó en el olvido. Las memorias anónimas tituladas Una mujer en Berlín, en la que la autora narra la violencia sexual durante aquellos meses tardó décadas en convertirse en superventas.

 

Cent-Velden explica el por qué del silencio. “Conocí a mujeres que habían sido violadas por los rusos, pero entonces, no se hablaba de las cosas terribles que le había pasado a cada uno. Todo el mundo estaba traumatizado. Empezaron a hablar poco a poco, en los meses siguientes. Yo misma no pude hablar de lo que me pasó hasta la reunificación”. Los relatos, muchos ya perdidos, forman parte del sufrimiento de la gente corriente del bando agresor y vencido, que tardó más en aterrizar en los libros de historia y de asentarse en la memoria colectiva.

 

Marita Krauss, historiadora de la universidad de Augsburgo, describe cómo fue la lucha por la supervivencia de las mujeres en aquellos meses y semanas. Cómo por todas partes la gente, sobre todo las mujeres, trataban de conseguir comida, de vender joyas, alfombras. “Se buscaban la vida, para alimentar a la familia con lo que fuera. Iban al campo a recoger cardos y hierbas para ensaladas, bellotas para moler y hacer harina pan o caracoles para dar proteínas a los niños, pero sobre todo patatas, muchas patatas”. Cuenta Krauss que enseguida hubo periódicos de mujeres donde imprimían recetas con ingredientes de emergencia, con las que se esforzaban por crear la ilusión de una cierta normalidad. Las mujeres fueron asumiendo mayores puestos de responsabilidad, por ejemplo subiendo escalones en las empresas y reemplazando a hombres que se habían ido a la guerra.

 

Ilse Grob tiene ahora 90 años y vivió la guerra en el norte, en el Estado de Schleswig Holstein, recuerda bien las sensaciones contradictorias con las que abordaron el fin de la guerra. “Estábamos muy contentos de que no hubiera más combates, pero teníamos miedo de los fanáticos del nacionalsocialismo que andaban por ahí y de qué iba a ser de nosotros. Éramos los perdedores y los que habíamos empezado la guerra”.

 

Ese profundo sentimiento de inseguridad llevó a decenas de miles de alemanes a suicidarse, según la investigación del historiador Florian Huber. “En Alemania tenemos desde hace décadas un debate interno sobre nuestro pasado, pero no hablamos de la gente que se suicidó, porque no encajan en la narrativa de buenos y malos”, sostiene Huber, autor de Kind, versprich mir dass du dich erschiesst, algo así como Hijo, prométeme que te dispararás. “Los suicidios fueron un fenómeno en toda Alemania, pero sobre todo en la zona soviética, porque la gente tenía miedo de las represalias y las mujeres temían las violaciones”, explica ahora en una entrevista.

 

Las investigaciones de Huber le llevan a concluir que no había un perfil determinado, que los suicidios afectaron a todo tipo de gente corriente y tanto a nazis como a izquierdistas. “La primera causa fue la experiencia de la violencia, de quienes vieron cómo mataron a sus maridos o de mujeres que fueron violadas y no pudieron superar el dolor y la humillación que sentían. Pero también estaba el propio miedo a la violencia. Habían escuchado historias de que los soldados arrancarían la lengua de sus hijos y los ojos de las mujeres, que violarían a todo el mundo. Cundía la sensación de que no había futuro”. Cent-Velden coincide: “Muchas mujeres se suicidaron porque no sabían qué iba a ser de ellas ni de su familia. La propaganda nazi nos había dicho que iba a ser más terrible de lo que luego fue. Sí, fue terrible, pero sobrevivimos”.

 

Había además, según Huber, “un sentimiento de culpa y de complicidad por lo que había pasado con los judíos. Todos los adultos sabían lo que pasó en los campos”. Krauss explica que “el conocimiento de lo que había pasado con los judíos estaba presente. La gente había visto cómo desaparecían, cómo los deportaban. Puede que muchos no supieran qué pasaba exactamente con ellos, pero todo el que tuviera un familiar en el frente lo sabía y la gente escuchaba en secreto la BBC, pero no se hablaba de ello en público”. Grob asegura que antes de terminar la guerra ya sabían que había gente que había desaparecido y que había rumores de que había campos de concentración. “Fue después, en la radio de los ingleses, donde empezamos a conocer el detalle de las atrocidades”.

 

Cuando las bombas dejaron de caer, el paisaje de muchas ciudades alemanas amaneció sembrado de escombros. Ocho millones de hogares habían sido destruidos. La reconstrucción física del país corrió en paralelo a la psicológica de hombres y mujeres rotos por la guerra. Como miles de mujeres, Cent-Velden se puso manos a la obra y se convirtió en una de las célebres mujeres de los escombros, las Trümmerfrauen, que trabajaron con sus manos para devolver la normalidad al país, y que hoy son una figura mítica en Alemania.

 

Muchos hombres estaban muertos, heridos o encarcelados. Más de una decena de estatuas rinden tributo a estas mujeres en toda Alemania.

 

Primero le tocó la zona de Tiergarten, donde había que retirar todo lo que los soldados habían dejado atrás: mochilas, cascos, botas, ropa, munición y hasta granadas de mano, que tiraban al lago y algunas de las cuales terminaron por estallar. Más tarde, fue destinada a una cuadrilla en la Postdamer Strasse, donde recogió escombros con las manos desnudas. “No éramos heroínas; era una situación de emergencia y teníamos que trabajar para comer”, reflexiona Cent-Velden.

 

Recientemente ha surgido un cierto debate sobre la verdadera dimensión del fenómeno de las Trümmerfrauen, tras la publicación del trabajo de la historiadora Leonie Treber, que sostiene que no fueron tan numerosas como a menudo se cree y que dependió mucho de la zona del país. Asegura además que “a partir de 1946 ese trabajo ya empezó a profesionalizarse. No fue tanto un fenómeno colectivo como regional”. Polémicas aparte, el lugar que ocupan las mujeres de los escombros en la memoria colectiva de Alemania es indisputable. “Sin esas mujeres, las Trümmerfrauen, la vida en Alemania habría sido insoportable. Su fuerza, emocional y física puso en pie al país”, escribe Neil Mac Gregor en Alemania, memorias de una nación.

 

Refugiadas

 

Karin Voss era una niña cuando acabó la guerra y recuerda el cielo rojo, ardiendo un día y cómo llovieron cenizas al día siguiente, cerca de Hamburgo, en una zona bajo control británico tras la capitulación. Recuerda también “la sensación de alivio” y el desembarco de miles de refugiados del Este de Europa. A Alemania llegaron cerca de 11 millones de refugiados de Prusia, Pomerania o Silesia entre otras zonas y en varias oleadas, huyendo del Ejército Rojo. En casa de Voss, como en muchas otras en el campo, se instalaron unos 25, también madres con hijos. “Las refugiadas contaban historias de cómo habían sufrido ataques en el camino. Historias terribles de cómo violaban a las jóvenes”, asegura Voss.

 

Voss recuerda bien las cadenas humanas de mujeres encaramadas a las montañas de escombros. “Llevaban la cabeza cubierta con un pañuelo para protegerse del polvo”. Habla también de las dificultades para conseguir comida y objetos para quemar. “Ese invierno fue terrible y la gente murió de frío y de hambre. Los primeros diez años después de la guerra fueron muy difíciles”, cuenta esta mujer que trabajó como agricultora y después como agente inmobiliaria. En aquellos años, cuando viajaba de su pueblo a Hamburgo veía desde la ventanilla del tren cómo cada vez había menos escombros y más casas. “Nuestro único deseo era que no hubiera nunca más una guerra”.

 

Cada vez quedan menos voces como la de Voss, Cent-Velden o la de Grob. Son mujeres que han ido muriendo y su testimonio corre el riesgo de perderse. Cent-Velden, que ha sido maestra e histórica militante socialdemócrata, se esfuerza para que su mensaje no se olvide. “Soy una detractora fanática de la guerra. Siempre pelearé para que lo que pasó en tiempos de Hitler no vuelva a suceder. En Alemania tenemos paz desde hace 75 años y eso es sobre todo gracias a Europa, a la Unión Europea. No debemos olvidarlo”.


Hace 30 Años fue Derribado el Muro de Berlín

Veintiocho años, dos meses y veintisiete días después de que se levantara el Muro de Berlín, una rueda de prensa aparentemente rutinaria de un portavoz del Gobierno comunista de la RDA estaba a punto de cambiar el destino de Europa y del mundo. Eran las 18.53 del jueves 9 de noviembre de 1989. En la calle ya hacía frío.

 

Riccardo Ehrman, corresponsal en Berlín de la agencia de noticias italiana Ansa, acudió con poca emoción a la convocatoria de Günter Schabowski. Tres días antes, el 6 de noviembre, aquel hombre había sido nombrado Secretario para la Información del Comité Central del Partido Socialista Unificado de Alemania, una tarjeta de visita algo alambicada que, en la práctica, significaba que era el portavoz del gobierno comunista. Ehrman pensó que sería una rueda de prensa más, «tan aburrida como todas las del régimen estalinista».

 

Lo cuenta una tarde del otoño suave de Madrid, donde reside desde 1992. Hasta 1995 fue corresponsal de Ansa en España, y aquí se casó y se quedó. «La culpable de que se haya quedado soy yo», bromea su mujer a su lado. El 4 de noviembre cumplió 90 años, buena edad para bromear con su relativa fama, treinta años después de la noche en la que una pregunta suya precipitó la caída del Muro.

 

«Entonces apenas significó nada. Me nombraron jefe de servicio, pero solo me subieron el sueldo unos pocos marcos, y el telex con el que envié la noticia lo pagué de mi bolsillo. Ansa no devolvía el dinero si no tenías factura. Y no, no la tenía. Como para acordarme de eso en aquel momento...».

 

«Empezó la rueda de prensa. El señor Schabowski iba contando lo que habían hecho, todo mentira, pero en un punto de su intervención admitió que “puede ser que hayamos cometido algunos errores”. Finalmente, me dio la palabra».

 

-Soy Riccardo Ehrman, corresponsal italiano. Usted ha hablado de errores. ¿No cree que han cometido un error al anunciar una ley de viajes hace pocos días que no cambia nada, porque todo será igual de difícil que hasta ahora?

«Schabowski se quedó noqueado. Tiempo después, cuando ya éramos amigos, me confesó: “Nadie se había atrevido a hablarme así antes”. En la RDA, el Politburó era la máxima autoridad del país. Hablar con poco respeto al portavoz era como hablar con poco respeto al Rey aquí».

-No cometimos errores -contestó-, pero tengo algo que decir.

 

«Entonces sacó del bolsillo unos folios y empezó a leer…

En la práctica se trataba del anuncio de la caída del Muro de Berlín. ¿Por qué? El Muro había sido construido el 13 de agosto de 1961 para impedir que los alemanes del Este se marcharan a Occidente. Muchos no volvían. En el momento en que Schabowski anunció que podrían viajar libremente sin pasaporte, sin visado, tuve clarísimo que el muro de Berlín había caído. No obstante hice otras tres preguntas para asegurarme de que había entendido bien».

 

-¿Las nuevas normas son válidas también para Berlín Oeste?

-Sí, sí.

 

-¿Sin pasaporte?

-Sí, solo con un documento de identidad.

 

-¿Desde cuándo?

«Schabowski, que seguramente no había leído detalladamente el documento, balbuceó: “A mi entender entra en vigor... con efecto inmediato... ahora mismo”».

 

«Me di cuenta de la inmensidad del anuncio. Fui corriendo a llamar por teléfono a Roma y a enviar por telex la noticia. Sorprendentemente, solo otra persona en aquella rueda de prensa entendió lo que habían significado las palabras de Günter Schabowski. Fue un diplomático, jefe de prensa de la representación permanente de Bonn en Berlín Este. Este señor entró en la cabina de teléfono conmigo y le comunicó lo ocurrido creo que al canciller Kohl, que estaba de visita oficial en Varsovia, y que regresó rápidamente.

 

En mi agencia, al principio no me creyeron. Después de todo ningún otro periodista había enviado una información con esa interpretación de lo ocurrido. Alguien en la redacción de Ansa dijo: “Riccardo se ha vuelto loco”».

 

«Pero por suerte no me había vuelto loco. Tuve horas de terror verdadero. Fui al Muro, al punto de paso más cercano. Allí estaban miles de personas que habían visto la rueda de prensa por televisión y querían llegar a Berlín Occidental. La policía, que no había sido informada, no dejaba pasar a nadie, a pesar de que lo ponía en el documento oficial. Alguien de la dirección del gobierno quizá intentó prolongar la vida de la RDA, al menos unas horas. Y sí, seguí aterrorizado hasta que volví a casa. Hasta que me encontré a una vecina, una exembajadora del gobierno comunista en Naciones Unidas, que se lanzó llorando a mis brazos y me dijo: “Todo ha terminado, y quizá sea mejor así”».

 

«Subí a casa y sonó el teléfono.

-Riccardo. Soy el embajador de Italia. ¿Qué diablos has hecho? (la expresión no fue diablos, sino algo similar, sonríe).

«No recuerdo lo que contesté. Hoy podría haberle dicho: He hecho caer el Muro».

 

¿Pero qué ponía exactamente el documento que tenía entre sus manos Günter Schabowski? Riccardo Ehrman recuerda que en «el primer párrafo se decía que las reglas de viajes perdían su valor “provisionalmente”, una palabra que Schabowski había tachado. Los periodistas alemanes han dicho muchas veces que Schabowski, a partir de ahí, cometió el error más grande de la historia, un error maravilloso, al utilizar la expresión “ahora mismo”, pero no era así. Se han inventado muchas cosas. En realidad, no fue un error. Estaba escrito en el papel. Sí. En el documento estaba escrito “Inmediatamente”. Cuando le pregunté a Schabowski desde cuándo, él, un poco irritado, contestó: Aquí no está escrito, pero entiendo que desde ahora mismo”. Era mentira que no estuviera escrito. En febrero de 2002, en su casa en Berlín, me dio ese documento y me lo firmó. Y en el segundo párrafo ponía “inmediatamente”. El documento original está ahora en el Museo de la Historia Alemana, en Berlín, que se lo compró a la viuda de Günter Schabowski».

 

Riccardo Ehrman había sido previamente corresponsal de Ansa en Canadá y en Nueva York. Hasta que le trasladaron a Berlín, «seguramente porque nadie más sabía alemán. Estaba destinado como corresponsal para todo Berlín. Pero la RDA no aceptaba acreditaciones de corresponsales si no tenían la residencia en Berlín Este. Así que allí me quedé. Entonces te vigilaban continuamente. Aún existen en Berlín los dossiers de la Stasi sobre muchas personas, pero nunca quise ver el mío. No quiero saber quiénes de mis amigos eran espías de la Stasi».

 

«A Schabowski lo vi un año después más o menos. Estuvo ese tiempo en prisión. Luego entendí que era uno de nosotros, un periodista honesto difícil de encontrar entre los comunistas de la época. Cuando cayó el Muro, fue detenido y admitió su responsabilidad en la muertes de la frontera, porque estuvo presente en la reunión del Politburó en la que se aprobó el uso de disparos contra los que huían de la RDA. Nadie más reconoció eso. Me reuní con él un año después en la casa que tenía en Berlín Oriental, un palacio de la nomenclatura, y allí empezó nuestra amistad. Me dijo: "me pusiste nervioso con esa pregunta. Nadie se había atrevido a hablarme así antes, y por eso me puse nervioso". La segunda vez que fui a verle ya fue en un piso pequeño de jubilado, en Berlín. Me dio un libro titulado “Nos habíamos equivocado sobre casi todo”, y concluyó: “Esta es la respuesta a tus preguntas”».

 

 

Berlín se Prepara para Celebrar el 30º Aniversario 

de la Caída del Muro

 

Berlín es ya una fiesta que llegará mañana a su clímax, para celebrar el 30º aniversario de la caída del Muro de Berlín y que se desarrolla en un múltiple programa de actos repartido por toda la capital alemana y fundamentalmente en siete puntos de interés histórico sobre la mágica noche del 9 de noviembre de 1989.

 

En la Puerta de Brandemburgo, sobre un programa continuo de actuaciones que incluirá desde el clásico hasta la Orquesta Filármónica de Berlín, destacará la instalación «Visions in Motion» del artista estadounidense Patrick Shearn, una espectacular capa al viento de 150 metros de largo compuesta por 100.000 serpentinas, en cada una de las cuales residentes de Alemania han escrito 30.000 mensajes y deseos para los berlineses del futuro. Los deseos son proyectados sobre un enorme globo instalado frente a la puerta de Brandenburgo, considerado como un símbolo del triunfo de la paz sobre las armas. Además, sobre la fachada de la sede de la Stasi aparecen las demandas de entonces.

 

En varios lugares emblemáticos de la Guerra Fría y varios monumentos de la ciudad, como la East Side Gallery, la mayor porción del muro conservada, la puerta de Brandenburgo y el antiguo edificio de la Stasi serán proyectados sobre pantallas gigantes vídeos sobre la historia del Muro y la revolución pacífica que lo tumbó.

 

No habrá autoridad que no visite alguno de los puntos de celebración, incluida por supuesto la canciller Merkel, que creció en la RDA y cruzó por primera vez a Berlín oeste aquella noche. Como muchos otros berlineses del este, Merkel recordará aquel emocionante momento, la revolución pacífica, en un discurso que pronunciará junto a uno de los restos del Muro y en un aniversario en el que cobran protagonismo las nuevas tecnologías. Una nueva generación de alemanes que no conoció el Muro, puede hoy acercarse a aquella realidad gracias a YouTube Originals y la empresa Remarkable TV se han unido para lanzar «Virtually History: The Berlin Wall», un especial de 30 minutos con el que la realidad virtual permite sumergirse en la historia. Transportados al pasado, pueden establecer una conexión personal con el Muro de Berlín de la mano de la estudiosa de historia social Emma Dabiri para presenciar «historias sorprendentes de personas que cavaron un túnel bajo el muro, escaparon por los pelos de la policía secreta de Alemania del Este o levantaron la bandera de la Alemania 'casi' unida cuando la caída del Muro».

 

Por supuesto la música electrónica se suma a esta efeméride de un punto de inflexión en la historia global y además de artistas locales que llevan acudiendo a la capital alemana desde 1989 para celebrar cada aniversario, como Paul van Dyk, figuran nombres en español como Samuel Delkgado, The Hernández, Sergio Gonzálex o Alex Mercurio, que en una fiesta continuada de jueves a domingo pondrán en escena el proyecto «Sigan bailando». En innumerables casas de particulares se celebrará también el aniversario. Si usted está visitando Berlín este fin de semana y escucha música de alto volumen salir de alguna ventana, no dude en entrar y disfrutar del espíritu del 30 aniversario. Con toda seguridad, será bien recibido.

 

La fiesta tiene prolongaciones en otros puntos del planeta, como la aplicación que mediante realidad aumentada permite hacer un recorrido por la historia del Muro de Berlín en Miami, «BerlinWall», disponible de manera gratuita en Google Store y que forma parte de una iniciativa lanzada en 2018 para celebrar la amistad entre EE.UU. y Alemania, que cuenta con más de 2.000 eventos en todos los estados del país. «BerlinWall» se activa al apuntar con el teléfono móvil hacia la parte del Muro de Berlín, de 4,5 toneladas de peso, que fue regalada en 2014 a MDC por el Consulado General de Alemania y se encuentra desde 2015 en un lugar destacado del campus Wolfson, en el centro de Miami. 


 El Salto que se Convirtió en un Grito de Libertad

 

Conrad Schumann, un joven soldado de 19 años, se convirtió en el primer desertor oficial de la RDA al saltar la alambrada que separaba la ciudad de Berlín tras iniciarse las obras de construcción del muro de la vergüenza.

 

Se cumplen 30 años desde que la noche del jueves 9 de noviembre de 1989 tuvo lugar la tan deseada caída del muro de Berlín. Una frontera que dividía en dos una misma ciudad y que se convirtió en uno de los símbolos más denostados e indignantes de la Guerra Fría.

 

Muchos fueron los berlineses a los que le toco vivir de manera injusta en el lado oriental de la ciudad, teniendo que someterse a un régimen dictatorial cuyas leyes venían directamente del Kremlin desde que se había dividido Alemania en cuatro partes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Unión Soviética) tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El trozo que correspondió a la URSS pasó a ser de dominio comunista, apareciendo alambradas que separaban a miembros de una misma familia en dos países y regímenes muy diferentes.

 

A lo largo de los 28 años en que estuvo en pie el muro de Berlín muchas fueron las ocasiones en las que centenares de ciudadanos hartos de vivir sin libertad bajo un régimen comunista decidieron escapar hacia el lado occidental, muriendo una gran cantidad de ellos en el intento y otros siendo detenidos y severamente juzgados.

 

El muro de la vergüenza comenzó a ser levantado, sin previo aviso y sin que los ciudadanos tuvieran conocimiento de ello,  el 13 de agosto de agosto de 1961.

 

Conrad Schumann era un joven de 19 años nacido en Dresde y que había pasado la mayor parte de su vida viviendo en la Alemania controlada por los soviéticos. Tan solo llevaba un año trabajando para la policía estatal, un empleo al que accedió tras alistarse al ejército y el cual le garantizaba un salario que llevar cada fin de mes a su casa, pero a pesar de trabajar bajo las órdenes del gobierno de la República Democrática Alemana no compartía el feroz recorte de libertades que se sometía a la ciudadanía.

 

El inicio de las obras del levantamiento del muro fue la gota que colmó el vaso para que tomase una de las decisiones más importantes de su vida: huir al otro lado de la frontera que separaba la ciudad y vivir en un país libre y democrático.

 

Aprovechando que había sido destinado a vigilar el cruce de las calles Ruppinerstraße con Bernauerstraße, en el que todavía había una alambrada de púas que dividía Berlín en dos, Conrad decidió ponerse en contacto con unos conocidos que trabajaban como policías para la República Federal Alemana. Éstos lo esperarían a escasos metros de su puesto de vigilancia con un coche en marcha y cuando viese el momento preciso saldría corriendo hacia el lado oeste de la ciudad. El plan de fuga de Conrad contaba con un tercer elemento: el fotógrafo de la agencia Contiepress Peter Leibing, quien se encontraba apostado a unos metros del lugar por donde escaparía el joven soldado y retrataría el histórico momento del escape hacia la libertad.

 

Todo estaba previsto y Conrad estaba realizando la guardia en el punto que se le había asignado. De repente el joven comenzó a correr y saltó la alambrada al tiempo que soltaba el fusil. Corría rápido y sin mirar atrás. Sabía que tan sólo cien metros lo separaba de su tan ansiada libertad. El coche policial de la RFA estaba en el lugar indicado y con el motor en marcha, llegó hasta él, subió y el auto salió a toda velocidad.

 

Conrad Schumann acababa de convertirse en el primer desertor oficial de la RDA. Otros ya lo habían hecho antes que él, pero el joven soldado era el primero al que una cámara inmortalizaba haciéndolo y cuya fotografía y filmación del momento quedó como una imagen icónica que representaba la libertad, convirtiéndose en una de las más importantes de toda la Guerra Fría.

 

Evidentemente Conrad era consciente de que su gesto no solo le llevaría a vivir a un país libre, sino que le reportaría una serie de problemas e inconvenientes. Por un lado sería declarado desertor por las autoridades de la RDA, lo cual supondría que si era apresado y devuelto al lado oriental de Berlín sería juzgado y muy posiblemente condenado a muerte.

 

También estaba el inconveniente de poner una frontera de por medio entre su familia y él, a los que muy posiblemente no volvería a ver jamás. 

 

Pero una vez en el lado occidental las cosas no se le presentaron tan fáciles como él creía. Durante un largo tiempo estuvo sometido a todo tipo de investigaciones e interrogatorios para descartar que se trataba de un espía de los comunistas que había montado todo aquel paripé para no levantar sospechas y ganarse la confianza de las autoridades de la RFA.

 

Le costó varios años poder encontrar un empleo estable y la imagen en la aparecía saltando desde el lado oriental se había convertido en un hándicap para él.

 

Nunca vivió feliz del todo, debido a que el hecho de poder ser detenido en cualquier momento por algún miembro de la Stasi le acechaba en cada esquina. No fue hasta el histórico 9 de noviembre de 1989 en el que tras ver caer el muro de Berlín comenzó a sentirse realmente libre.

 

Pero la tensión vivida por Conrad Schumann a lo largo de las últimas décadas había hecho mella en él, padeciendo una profunda depresión que lo llevó a suicidarse en 1998 a la edad de 56 años.

 

Para la Historia y recuerdo quedan las fotografías y filmaciones del momento en el que decidió escapar y los monumentos que se erigieron como homenaje al que se consideró primer desertor de la RDA.


La Necrofilia de Muchos Españoles. Francisco Franco Sacado de su Lecho Mortuorio

 

Pedro Sánchez, Presidente en funciones, no da la cara ante crisis de Cataluña; pero es protagonista en el acto

de necrofilia contra restos del

ex gobernante Franco.

 

El líder de Vox, Santiago Abascal, ha llamado "carroñero"  a Pedro Sánchez. “Quien remueve a los muertos acaba pagándolo, como la maldición

de Tutankamon”, ha dicho.

 

Cuarenta y cuatro años después del entierro con la pompa de una dictadura, la democracia ha exhumado este jueves con sobriedad los restos de Franco para que el Valle de los Caídos deje de ser lo que el dictador quiso que fuera: un monumento a sí mismo que inmortaliza su victoria en la Guerra Civil. Fue con ese propósito, el de “desafiar al tiempo y al olvido”, con el que Franco hizo levantar una enorme cruz de 150 metros y un mausoleo que acoge más de 33.800 cuerpos, muchos de ellos, extraídos de fosas comunes, sin el conocimiento de sus familias, para yacer hasta hoy junto al verdugo. El Gobierno buscaba sobriedad, pero durante la exhumación ha habido varios incidentes con la familia, que se ha presentado en el Valle de los Caídos con una bandera preconstitucional y ha gritado "¡Viva Franco!" cuando ha introducido el ataúd en el coche fúnebre.  

 

La exhumación ha empezado pasadas las 10.30 de una mañana gélida (seis grados) en Cuelgamuros, el lugar que Franco escogió en 1940 para levantar su mausoleo. 22 familiares del dictador (nietos, cónyuges y bisnietos) han acudido a la basílica, aunque solo dos, sus nietos José Cristóbal y Merry Martínez-Bordiu,  han podido presenciar la extracción del féretro, dentro de una carpa en la que también se encontraban la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, como notaria mayor del Reino; el secretario general de Presidencia, Félix Bolaños; el subsecretario de vicepresidencia, Antonio Hidalgo; los operarios de la funeraria y un forense.

 

Momentos de tensión

 

Dentro del monumento se han vivido momentos de tensión. Todos los familiares, así como las autoridades y los empleados de la funeraria han tenido que pasar un escáner para comprobar que no llevaban dispositivos de grabación, y uno de los nietos de Franco, Francis, ha sido obligado a dejar la bandera en la entrada para poder entrar en la basílica. Antes de llegar al Valle de los Caídos había dicho:  “Hoy es un día muy triste. Quieren hacer ver que mi abuelo está solo, pero no lo está”. El Ejecutivo sí permitía que los familiares colocaran “la bandera que quieran” en la reinhumación en Mingorrubio, un acto privado.

 

Otro momento de tensión se ha vivido cuando la familia ha rechazado reemplazar el féretro de madera por uno nuevo, pese a algunos desperfectos en la madera. Finalmente, las autoridades han accedido y ocho familiares del dictador, entre ellos, cuatro nietos, han llevado a hombros el ataúd original del entierro, de 1975, hasta la salida de la basílica. En ese recorrido, de unos 300 metros,  han pasado por delante de la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, y del pasillo de criptas en las que yacen más de 33.800 víctimas de la Guerra Civil, enterradas sin nombre y apellidos y en muchos casos amontonadas después de que filtraciones de agua deshicieran las cajas de los columbarios.

 

Una vez en la explanada del Valle de los Caídos, al introducir el féretro en el coche fúnebre, familiares del dictador han gritado, ante las autoridades, "¡Viva Franco!" y "¡Viva España!".

 

La familia Franco se ha resistido hasta el final con una cadena de recursos ante los tribunales: desde el Supremo a Estrasburgo pasando por el Constitucional. Este jueves han difundido un comunicado que describe lo sucedido como una "profanación". "Lo que el Gobierno presenta como una victoria de la democracia no es más que un impúdico circo mediático que solo busca propaganda y rédito electoral", añaden. La decisión de trasladar los restos del dictador ha sido avalada por los tres poderes del Estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Y el Gobierno de Pedro Sánchez llegó a sugerir que sería en julio del año pasado, recién llegado a La Moncloa. Fue el pulso de los Franco en los tribunales lo que demoró la fecha de exhumación. “Es la primera victoria de los vencidos”, opinaba la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, una vez que el Gobierno se liberó de todos esos obstáculos para arrebatar el monumento a Franco.

 

El traslado se ha llevado a cabo en helicóptero, el "plan A" del Gobierno si lo permitía la niebla y el viento por ser más corto (unos 15 minutos) y más seguro. En el súper puma del Ala 45 del Ejército del Aire, acompañando a los restos de Franco, estaba la ministra de Justicia, el abogado de la familia del dictador, Luis Felipe Utrera-Molina (hijo del exministro franquista José Utrera Molina) y Francis Franco.

 

"Franco vive"

 

La Fundación Franco no obtuvo permiso para manifestarse frente al Valle de los Caídos, donde este jueves apenas se ha congregado un pequeño grupo de franquistas con pancartas en la que se podían leer mensajes como "Franco vive". Sin embargo, en El Pardo, en el cementerio de Mingorrubio, donde se encuentra la nueva tumba del dictador, las concentraciones de franquistas fueron mucho más amplias y ruidosas, incluyendo el canto a coro del Cara al sol. 

 

Los restos del dictador reposan ya junto a los de su esposa, Carmen Polo, en un panteón en el que el Gobierno ha invertido casi 40.000 euros porque se encontraba "en mal estado". El Ejecutivo es el titular de la tumba, ya que la familia ha rechazado su oferta para comprarlo al precio tasado por metro cuadrado. Los gastos de mantenimiento y de seguridad (se ha colocado una puerta blindada, unas rejas y sensores de movimiento) correrán a cargo, todavía, del Estado.

 

"Hoy España cumple consigo misma", ha declarado el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en La Moncloa tras la exhumación.

 

Ningún otro presidente, tampoco los dos socialistas que estuvieron 22 años en el poder, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, dio este paso. El PP se abstuvo en la votación en el Congreso. Pablo Casado es el primer líder de este partido nacido en democracia. Albert Rivera, de la misma generación, llevó a Ciudadanos también a la abstención porque consideraba que este asunto no era prioritario. El PSOE y Unidas Podemos lo acogieron con entusiasmo, aunque Pablo Iglesias ha criticado ahora el momento en el que se hace —a dos semanas de las elecciones— y ha llegado a pedir que se retrase hasta después de los comicios.

 

Vox: la maldición de Tutankamon

 

Desde que se ideó la exhumación ha crecido en España, por primera vez desde los ochenta, un partido de extrema derecha, Vox, que tiene 24 escaños. Su líder, Santiago Abascal, ha llamado "carroñero" este jueves a Pedro Sánchez. “Quien remueve a los muertos acaba pagándolo, como la maldición de Tutankamon”, ha dicho.

 

Los relatores de Naciones Unidas que en los últimos años han visitado el Valle de los Caídos han recomendado a España en varias ocasiones que resolviera esa anomalía internacional e interviniera en un monumento que hasta hoy seguía dirigido por los mismos principios y decretos que el dictador dejó “atados y bien atados”. De los 500 periodistas acreditados, 58 eran corresponsales y enviados especiales de países como Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, EE UU, Rusia, Colombia, México y hasta Irán, Turquía o Qatar. La prensa internacional siempre se sintió atraída hacia la anomalía española: hasta este jueves, era la única gran democracia occidental que tenía a un dictador fascista enterrado con honores de Estado. La normalidad europea tardó 44 años en imponerse y eliminar el último gran rescoldo del franquismo. Y no pasó nada. El país llevaba ya muchos años preparado.


 

Uruguay, uno de los Mayores Expoliadores de Galeones

Españoles Hundidos

 

Esta es la triste, triste historia de un expolio autorizado por el Gobierno en la República de Uruguay, certificado por arqueólogos —paradójicamente formados para que el patrimonio sea estudiado y conservado y a su vez responsables de la formación de nuevas generaciones de arqueólogos— y ratificado antes de que se hiciera el estudio científico que merecen los restos de un buque español hundido en 1812 o que se rindiese el merecido homenaje a los soldados ahogados -más de 500- que aún yacen visibles en el sitio arqueológico y que debieron recibir un trato menos infame. Y por si esto fuera poco, la historia del reparto al 50% de los objetos extraídos del Salvador, hundido frente a Punta del Este durante una tempestad, tiene un vínculo -al menos- con el intento de vender hasta la mitad del tesoro del galeón San José en Colombia.

 

Que sepamos, ninguno de estos hechos ha sido tenido en cuenta por el Gobierno español, que no ha sido informado oficialmente, pero que tampoco ha estado alerta frente a un caso ya denunciado aquí hace más de dos años. Tampoco se ha emitido la más tímida protesta por el paso dado en Uruguay. Pero allí, con todos los sellos oficiales, se ha borrado un capítulo de nuestra historia compartida y se han repartido los despojos de los marinos y soldados muertos en el cumplimiento del deber y que ahora forman un ejército fantasmagórico de esqueletos que aún visten parte de sus uniformes y que conservan incluso tejidos blandos, según han descrito a este blog algunos de los implicados y consta en uno de los primeros escasos informes disponibles, escrito por un arqueólogo en 2000.

 

Enviados, naufragados y después olvidados por todos. No ha habido ni una ceremonia de homenaje o de respeto a los infortunados miembros del batallón de la Albuera. Pero tras los permisos que permitieron que se violentase esta tumba marina de un buque de Estado español, situada apenas a un par de cientos de metros de la playa Mansa, en Punta del Este, miles de objetos fueron extraídos en una operación que muy poco tuvo de arqueología. Recientemente han sidodivididos en dos lotes. Los arqueólogos uruguayos responsables han elegido uno de esos lotes para el Gobierno de Uruguay y el otro ha sido entregado para su venta a los cazatesoros Héctor Bado y Sergio Pronczuk.

 

¿Qué puede justificar una acción como esa? «Evitar juicios con los privados a los que se autorizó para rescatar los restos», se dice oficialmente. Eso sí, la decisión contrasta con el caso del águila nazi extraída del célebre buque alemán Graf Spee, para la que Uruguay ha decidido ir a juicio si es necesario con tal de evitar el reparto. Esa historia y esa pieza única merece la pelea en tribunales pero los botones, armas y demás pertenencias de los soldados del batallón de la Albuera, protagonistas de un episodio fundamental de la historia de los dos países, la historia que compartimos, no han tenido la misma fortuna. Nuestro desprecio por su suerte es un segundo naufragio para ellos.

 

Para tomar la decisión, el Ministerio de Defensa de Uruguay dio un golpe de timón hace muy poco tiempo y formó un “Grupo Coordinador para Hallazgos, Pecios y Materiales Arqueológicos” (GCH-PEMA), al que con fecha 26 de abril de 2017 encargó la coordinación de cualquier trabajo de arqueología subacuática en las costas del país. La medida provocó una gran tensión con los departamentos de Cultura y Patrimonio. Pero Defensa puso al cargo de este grupo a Rubén López, asesor del ministro, como coordinador; dos miembros de la Armada, y también dos asesores: el arqueólogo Valerio Buffa y el curador Alejo Cordero.

 

Ellos han ratificado, según se publicó en el Boletín del Ministerio de Defensa uruguayo el 18 de abril de 2018, el reparto al 50% de los miles de objetos detectados desde 1998, esos citados despojos de las pertenencias de los soldados y marinos españoles: catalejos, botones, cubiertos, sables, empuñaduras, trabucos y pistolas, más el cargamento de un navío de porte, de 50 metros, al que se suman objetos religiosos, piezas del ajuar y, por supuesto, cañones y aparejos del propio buque.

 

Docente en la Especialización creada en Colombia

 

Se da la circunstancia de que Alejo Cordero es, asimismo, uno de los profesores destacados de la especialización en patrimonio subacuático que la Universidad Externado de Colombia ha puesto en marcha y en el que participan otros profesores que han tenido contactos con empresas de cazatesoros -e incluso han cobrado de la empresa Maritime Archaeology Constultants Switzerland (MACS) que preparaba la extracción de todo el tesoro del galeón San José, como ya hemos informado.

 

En efecto, en la citada especialización de Externado se ha logrado una mezcla muy polémica de profesores. Para empezar, muy destacadamente figura como profesor Ernesto Montenegro, director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia Nacional (ICAHN), que fue el responsable de las campañas realizadas con MACS para la detección del galeón San José y que además ha estado al frente del proyecto de Asociación Público Privada —de hecho ha sido su mayor paladín— según el cual se iba a eliminar la calificación patrimonial al menos a la mitad de lo extraído del San José y se iba a pagar a MACS con metales al peso, sin tener en cuenta su valor patrimonial.

 

Además, el arqueólogo Carlos del Cairo participó en la prospección del galeón San José, según él declaró a este blog como enviado de su Gobierno, pero lo cierto es que cobró de la empresa cazatesoros la considerable cifra de más de 48.000 dólares en aquella fase de octubre de 2017. La publicación de ese hecho fue otro motivo de polémica con el curso de Externado., desde donde siempre se ha insistido en dejar claro que nada tiene que ver esta especialización con el proyecto del San José puesto en marcha por el expresidente Juan Manuel Santos y que el actual presidente, Iván Duque, mantiene en suspenso. España, en este caso, tampoco ha sido capaz de abrir una vía de interlocución para resolver el problema asociado a uno de los naufragios más importantes de la historia y que merece mantener alejados a los cazatesoros para que los científicos puedan convertir su estudio y eventual excavación en algo puramente arqueológico y no comercial.

 

[Desde Espejo de Navegantes subrayamos que desearíamos ayudar a que se logre la solución científica, en términos de cooperación con España -siempre que desde nuestro país se den los pasos necesarios- y nos gustaría que España participe en las investigaciones y excavación oficialmente, pero creemos que todos los restos excavados deberían quedarse en Colombia. Por eso llevamos peleando y denunciando los caminos ambiguos o directamente crematísticos adoptados por Colombia desde 2013 cuando se cambió la ley para poder hacer un proyecto con cazatesoros.]

 

Ahora, el hecho de que Alejo Cordero haya sido uno de los dos técnicos que ha elegido entre los lotes de objetos procedentes del Salvador —y del buque Agamemnon, hundido en las mismas aguas— y haya suscrito el reparto con cazatesoros de todo ese material, que no ha sido estudiado científicamente y previsiblemente nunca lo será, arroja una nueva sombra sobre un tercer docente del citado curso en el que estos nombres figuran junto a arqueólogos de indudable prestigio internacional, desde el portugués Filipe Castro de Texas A&M, o el argentino Nicolás Ciarlo, al mexicano Roberto Junco y arqueólogos españoles como Arturo Rey da Silva o José Manuel Matés Luque. Otros muchos han sido invitados a dar clases magistrales. Algunas voces, dentro y fuera de Colombia, han expresado que resulta difícil homologar estos episodios con las buenas prácticas de la arqueología mientras no se delimite el influjo de los casos poco ejemplares que algunos de los miembros de ese cuerpo docente podrían cargar en su currículum.

 

Historia del Salvador, el barco al que nadie pudo salvar

 

La historia del navío Salvador es ya bastante triste antes de todo esto: era un carguero que transportaba tropas hacia Perú pero que fue desviado hacia Montevideo para sofocar el sitio que la capital sufría por las fuerzas de emancipación. El batallón de la Albuera, formado por unos 500 soldados, viajaba en el navío junto a la tripulación, sumando más de 600 hombres a bordo. Ahora debemos añadir más tristeza a su historia, una de las que más interés ha despertado en nuestro blog Espejo de Navegantes. [Conoce aquí la historia del naufragio del Salvador]. El naufragio ocurrió el 31 de agosto de 1812, en una noche de tormenta, cuando el buque fue arrastrado hacia la costa por una súbita tempestad desatada por el viento llamado pampero hasta que dio en el fondo y se quebró, hundiéndose rápidamente y de manera catastrófica. Apenas un centenar y medio de personas pudieron sobrevivir.

 

La división en lotes ha reservado para Uruguay un cañón del Agamemnon y dos del Salvador. En el barco español fueron detectados siete cañones en los años noventa, según consigna un ensayo del arqueólogo uruguayo de la Universidad de la República, Antonio Lezama, publicado en el año 2000. En ese ensayo ya se quejaba, a pesar de que valoraba el inicio de trabajos subacuáticos en los que participaba algún científico, de la falta de información y transparencia inherentes al método científico y que aquí brillaban por su ausencia. Y decía que “es muy difícil actuar frente a los permisarios [los cazatesoros], quienes aceptan al arqueólogo como una imposición burocrática, y del que pretenden que entorpezca lo menos posible los objetivos económicos de la empresa“. De hecho tres arqueólogos debieron renunciar por la difícil relación con ellos, según consta.

 

También constataba Lezama que “se han detectado importantes carencias en el sistema de control implementado por las autoridades, fundamentalmente en lo relativo a los procesos de conservación de los objetos rescatados, aspecto que hasta ahora no ha estado suficientemente contemplado y que, a partir de cierto punto, escapa a las capacidades técnicas del arqueólogo”. Y el experto concluía solicitando al Gobierno la creación de una unidad científica.

 

En contra de aquel dictamen experto, Uruguay ha creado una unidad controlada por Defensa mientras ha tratado de cerrar la etapa de contratación de empresas cazatesoros y repartos. Pero  lo ocurrido con el Salvador llena de tristeza a cualquier persona sensible al verdadero valor del patrimonio, que no es económico, como los esqueletos del batallón de la Albuera nos recuerdan. Si ha de caer el telón de los cazatesoros en Uruguay de esta forma, no podemos escapar de una sensación de derrota, de impotencia e indignación. En el lote regalado a los cazatesoros se dijo en la prensa uruguaya que figuran un sello que pudo pertenecer a Nelson (aunque no se ha estudiado este extremo) y otros objetos de valor de mercado.

 

Un funcionario del Gobierno uruguayo declaró a «El Observador» que «no nos causa nada de gracia que los privados se lleven la mitad de estos bienes que pertenecen al Estado uruguayo. Pero es la única forma de evitar juicios». Cabe decir que hay un juicio que no podrán evitar, por más que quieran cerrar la etapa de contratación de cazatesoros: el juicio que merece a cualquier arqueólogo bien formado y a cualquier persona amante del patrimonio y la historia compartida el trato vejatorio que se ha efectuado con los vestigios de un buque de la Armada Española que merecía respeto y consideración, además del desprecio hacia las posibles soluciones en términos de cooperación con España, que ni se han explorado, para evitar este reparto de despojos al más puro estilo pirata. El hecho de que dos arqueólogos como Buffa y Cordero hayan dado el visto bueno a esta operación es un detalle lacerante y paradójico que hace mella en la imagen de Uruguay y sus científicos.

 

Según se publicó en el boletín de Defensa citado, «entre los cometidos del GCH-PEMA se encuentra: proponer a la superioridad y ejecutar el destino asignado de los materiales arqueológicos, de hallazgos, de restos de naufragios, de restos de pecios y las cargas, el alistamiento de cualquier otro objeto extraído…». También relata que el Grupo de expertos «propuso como solución dividir los objetos existentes a fin de evitar instancia judiciales y remates públicos, ya que no es intención de este Ministerio enajenar por ningún modo los objetos de referencia. La propuesta consistió en que los Permisarios confeccionaran dos lotes con los restos de ambos pecios y el Ministerio de Defensa Nacional eligiera uno de estos lotes…». El Ministerio optó, finalmente por el Lote 1 en su resolución y encargó al Grupo GCH-PEMA «la culminación de las tratativas con los Permisarios y ejecutar los procesos de repartición”.

 

Para evitar el juicio, afirman. Y los soldados ahogados del Salvador siguen ahí, a menos de diez metros de profundidad, esperando justicia, con sus huesos aún dentro de los uniformes.


Hace 50 Años el Apollo XI Aluniza. Primera Vez del Hombre en la Superficie de la Luna

 

«Estamos bien», informó un lacónico Neil Armstrong, a 25 segundos del despegue de la misión Apolo 11, hoy hace 50 años. Instantes después, a las 09.32 del 16 de julio de 1969, el cohete Saturno V cobró vida en la plataforma A del complejo de lanzamiento 39 del Centro Espacial Kennedy. En tierra, un millón de personas, entre los que había 2.700 reporteros, periodistas y personalidades, contenían el aliento, soportando el calor y equipados con gafas de sol, telescopios y prismáticos. Los cinco motores F-1 tardaron nueve segundos en llegar a la máxima potencia, alcanzando un consumo de 13.000 litros de hidrógeno y oxígeno líquidos por segundo. Tenían capacidad para producir 3,4 millones de kilogramos de empuje.

 

En ese momento, los pernos explosivos saltaron y el Saturno V, con sus 111 metros de altura y 3.000 toneladas, comenzó a ascender pesadamente, mientras cinco brazos metálicos de 20 toneladas se abrían como una flor en la torre de lanzamiento. El trueno tardó 15 segundos en llegar hasta los espectadores, causando un clamor comparable a «un ladrido ensordecedor de mil ametralladoras que disparan al mismo tiempo», según escribió Norman Mailer. «¡Aaaah!» gritaba la muchedumbre, entre vítores que bien podrían haber sido lamentos de angustia.

 

Enseguida, la primera fase del cohete consumió sus 2.008.994 kg de combustible. 12 minutos después de despegue, la misión Apolo 11 estaba en órbita. A sus mandos estaba el comandante Neil Armstrong, Buzz Aldrin, piloto del módulo lunar y Michael Collins, piloto del módulo de mando. No se llevaban muy bien, pero demostraron ser profesionales extraordinarios, en parte gracias al entrenamiento más intensivo de toda su carrera.

 

El cuarto tripulante

 

A su lado viajaba un cuarto tripulante. Dentro de la maraña de 24 kilómetros de cables que componían la nave, había un ordenador de a bordo de nombre AGC (« Apollo Guidance Computer»), cuyas funciones eran cruciales para el éxito de la misión: debía controlar los sistemas de estabilización, los encendidos del motor, calcular la posición de la nave y dirigir todas las fases del vuelo. Fue un pináculo de la ingeniería humana y uno de los puntos más complejos de la misión. Curiosamente, su potencia palidecería ante cualquier smartphone actual: era una dos mil veces más lento (su velocidad era de 2.048 MHz) y su memoria era mínima: tenía 72 kilobytes para almacenar programas y otros cuatro para almacenar datos, cuando cualquier móvil de hoy en día tiene varios gigabytes (del orden de 100 o 1.000 veces más).

 

La idea era que el ordenador hiciera todas aquellas tareas que no pudiera hacer un humano. Esto no le gustó nada a los astronautas, pilotos acostumbrados a controlar su avión con palancas, y nada partidarios de usar un teclado en vuelo. Pero, finalmente, el dispositivo cumplió con gran éxito su trabajo: fue el que hizo las operaciones vectoriales más complejas para calcular las rutas y el que mantuvo la nave girando en todo momento en el espacio para mantener uniforme la temperatura de su superficie. Su catálogo contenía las coordenadas de cuarenta estrellas para alinear la nave y facilitar la navegación, y los astronautas pudieron darle instrucciones en tiempo real para responder rápido a las necesidades.

 

El AGC recibía datos desde multitud de sensores, como la unidad inercial, el sextante o el telescopio de navegación. Y los astronautas introducían instrucciones por medio de un sencillo teclado. Se empleó un sistema de «verbo» y «nombre»: el primero correspondía a la acción que realizar y el segundo al dato que había que utilizar. Tanto unos como otros estaban codificados según un índice numérico memorizado por los pilotos. Así, por ejemplo, los programas de la serie 60 eran aquellos que dirigían la reentrada en la atmósfera, la apertura del paracaídas y el amerizaje.

 

Sin embargo, lo cierto es que la mayor parte de las operaciones fue ejecutada por el potente centro de cálculo de Houston. Este reunía una capacidad de computación colosal para la época, con cinco potentes ordenadores IBM 360/750, con un megabyte de memoria central, instalados ex profeso para dar soporte a la misión. A su alrededor había 42 unidades de cinta, 25 impresoras y dos docenas de unidades de memoria auxiliar.

 

Un prodigio del momento

 

El AGC fue un prodigio de la miniaturización de la época. Pesaba unos 35 kilogramos y abultaba lo mismo que un maletín, cuando los ordenadores del momento ocupaban habitaciones enteras. Su consumo de energía era comparable al de una bombilla de potencia media. Además, su diseño era casi totalmente infalible.

 

Además, y a pesar de su escasa potencia, el AGC se convirtió en un hito. Fue el primero en el que se usaron circuitos integrados o microchips, lo que fue crucial para sustituir los ordenadores basados en tubos de vacío. Uno de los creadores de estos dispositivos, fue cofundador de Intel.

 

El computador de vuelo del programa Apolo también fue el precursor de los sistemas «fly-by-wire», que en aviones se emplean para pilotar por medio de mandos electrónicos. Constaba de un sencillo teclado numérico, unos pocos pulsadores, indicadores luminiscentes de siete segmentos y pilotos luminosos, que en conjunto recibieron el nombre de DSKY (siglas de «display and keyboard»).

 

Además, Hal Lanning, uno de los líderes del proyecto, introdujo el uso de «interrupciones», instrucciones que detenían la ejecución de los programas para satisfacer peticiones importantes. Por otra parte, el AGC estaba diseñado para no fallar jamás. Sus programas establecían «puntos de retorno» para que, si la máquina se quedaba bloqueada, se volviera a iniciar la secuencia antes del fallo. Además, a diferencia de muchos móviles, el AGC podía recuperarse de un error de forma instantánea, lo que era crucial para el bienestar de la cápsula y su tripulación, tal como se pudo comprobar en la misión Apolo 11.

 

Una memoria realmente física

 

La memoria del ordenador estaba formada por núcleos de ferrita, una primitiva tecnología basada en la magnetización de minúsculos anillos metálicos agrupados en matrices. Para cada misión, el ordenador era programado a mano por un equipo de «costureras», que enhebraban las ferritas en una malla de conductores eléctricos: la presencia de un núcleo de ferrita en un cruce de hilos equivalía a un uno binario; su ausencia, a un cero.

 

Se puede decir que este computador tenía un sistema operativo muy rudimentario. Estaba formado por tres sistemas: el Basic, un lenguaje de programación, el Interpreter, con las rutinas para los cálculos complejos, y el Executive, encargado de llamar a unos programas u otros en la secuencia correcta.

 

La misión Apolo 11 dependió de dos ordenadores AGC: uno para el módulo de mando y otro para el módulo lunar; ambos eran idénticos pero tenían distinto software. Por ejemplo, el primero contenía instrucciones para el regreso a la Tierra (sus códigos se llamaban Colossus), y el segundo para el alunizaje (sus líneas de código se llamaban Luminaire). Además, había un ordenador de seguridad, llamado sistema de guía de cancelación («Abort Guidance System».

 

Una tarea titánica

 

Los AGC fueron desarrollados por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), aprovechando su experiencia en sistemas de guiado de misiles balísticos lanzados desde submarinos, y construido por la compañía Raytheon. Su diseño fue responsabilidad del equipo de Charles Stark Draper, y el software fue desarrollado en gran parte por Hal Lanning y la ingeniera Margaret Hamilton.

 

El listado de todo el software del AGC empleado en el programa Apolo ocupaba en papel una pila tan alta como una persona, y en total requirió el trabajo equivalente a 1.400 años de una persona.

 

El desarrollo del AGC y el programa Apolo consumió un millón de chips, equivalentes al 60% de la producción total de la industria estadounidense de la época, básicamente orientada al guiado de los misiles balísticos apuntados hacia la Unión Soviética y a otras aplicaciones militares. En total, se construyeron 42 AGC, que alcanzaron un precio de 200.000 dólares de la época (equivalente a un millón y medio actuales). En algunos momentos hubo hasta 400 ingenieros trabajando en el desarrollo de sus programas.

 

Según explicó para AFP Frank O´Brien, historiador y autor de «The Apollo Guidance Computer: Architecture and Operation», la NASA «tenía unos requerimientos increíbles, absolutamente inimaginables» para la fiabilidad de estos chips. Por tanto, el colosal programa Apolo obligó a los fabricantes a mejorar sus diseños y a crear dispositivos más duraderos.

 

Errores en el ordenador antes del alunizaje

 

Parece que la estrategia dio sus frutos. El 20 de julio, momentos antes de que el módulo lunar se posase en el satélite, las pulsaciones de Neil Armstrong se dispararon: «¡Alarma de programa!», gritó el comandante. Aldrin confirmó que se trataba de la alarma 1202. En el control de la misión se miraron perplejos. ¿Qué demonios era la alarma 1202?

 

Se decidió proseguir con las maniobras para posar el módulo Águila en el satélite. Cuando habían descendido hasta los 1.524 metros, volvió a sonar la alarma. Esta vez se trataba del error 1201. «Seguimos con el plan», dijo Steve Bales, el controlador. Él parecía ser el único que comprendía lo que ocurría, en aquellos instantes críticos. Medio mundo contenía el aliento.

 

El problema es que el AGC estaba sobrecargado por recibir demasiada información. Según se averiguó después, los astronautas dejaron encendido el radar de acoplamiento, sobrecargando a la pequeña máquina mientras trabajaba en el alunizaje. Como resultado, el ordenador abandonó algunas operaciones y comenzó de cero de nuevo, poniendo fin al problema.

 

«La forma como el ordenador lidió con la sobrecarga fue un auténtico hito», explicó en AFP Paul Ceruzzi, experto de la Institución Smithsonian.

 

A segundos del desastre

 

La tensa calma duró poco. Bajo el módulo lunar apareció un dramático panorama. El ordenador les dirigía hacia un grupo de rocas, del tamaño de coches. Enseguida, Armstrong tomó los controles y desplazó el Águila horizontalmente, cuando apenas les quedaban unos minutos de combustible. Todos sabían que si no lo lograba, deberían abortar el aterrizaje y volver al módulo de mando, o perecer en la Luna.

 

«¿Cómo vamos de combustible?», preguntó Armstrong. «Ocho por ciento», respondió un escueto Aldrin. «220 pies, 30 hacia delante, descendemos de maravilla», relató el comandante. En el control de la misión todos mantuvieron el silencio. «Sesenta pies, descendemos dos y medio, dos hacia delante».

 

Entonces, Charlie Duke, comunicador de la cápsula dijo: «Sesenta segundos». Era el tiempo que les quedaba de combustible antes de tener que abortar la misión. Armstrong examinaba la superficie lunar a la desesperada, tratando de encontrar el lugar idóneo para el aterrizaje. El motor del módulo ya levantaba volutas de polvo lunar. «Treinta segundos», dijo Duke, lacónicamente.

 

Antes de que cundiera el pánico, Aldrin gritó: «¡Luz de contacto!». Eso significaba que el módulo se había posado en la superficie. Armstrong paró el motor y con un ruido sordo, la nave se detuvo. El Apolo 11 había logrado lo imposible: el hombre había llegado a la Luna.


¿Qué Sucedió con los "Liquidadores" de la Planta Nuclear

de Chernóbil?

 

Aquel lunes, la científica Elena Kozlova llegó a su trabajo ligera. Cuando salió, tenía una losa sobre su espalda y un runrún constante en la cabeza. Nada más dejar el bolso en su mesa, Kozlova y el resto de técnicos del Instituto Tecnológico de Moscú fueron convocados por las altas instancias. Se les comunicó que se había producido un accidente en la central nuclear de Chernóbil. Escuetamente. Y recibieron el encargo del Gobierno de “inventar” un método para deshacerse de los residuos radiactivos. Los funcionarios soviéticos estaban acostumbrados a hacer pocas preguntas. O ninguna. Y se pusieron manos a la obra sin conocer apenas detalles del suceso. Era el 28 de abril de 1986. La noche del 26 había estallado el reactor 4 de la central de Chernóbil emitiendo partículas radiactivas a la atmósfera. Y desencadenó la mayor catástrofe nuclear de la historia.

 

El reactor 4 ardió durante diez días. Y el humo y la lluvia expandieron aún más la radiactividad. Mes y medio después, cuando el mundo ya tenía la mirada fija en la URSS, la química Kozlova y sus compañeros fueron enviados a la república de Ucrania. A Chernóbil. Fue una de las 600.000 personas movilizadas por las autoridades soviéticas para lidiar con las consecuencias del accidente.“Bomberos, mineros, limpiadores, obreros. Y científicos, como yo”, señala Kozlova. Se les conoció como liquidadores. Hombres y mujeres que trabajaron —algunos desde la misma noche de la tragedia, cuando el fuego aún devoraba la central— para evitar que la catástrofe fuera aún mayor. Muchos lo hicieron sin saber verdaderamente el riesgo que corrían. Algunos murieron como consecuencia de enfermedades relacionadas con la radiación antes de recibir la condecoración de héroes de la patria con la que se pagó parte de sus servicios.

 

Kozlova, con 42 años en aquel momento, sí sabía a lo que se enfrentaba. Es una mujer menuda y enérgica que observa atentamente con sus pequeños ojos color café. Chernóbil ha marcado su vida. “A principios de mayo la situación estaba algo más clara. Y como científicos entendíamos lo que estaba ocurriendo. Teníamos un plan y una meta: cerrar el reactor implicado para evitar que la radiación se propagara al mundo entero, y limpiar los alrededores. Los ánimos eran muy patrióticos entre nosotros”, cuenta de un tirón en el salón de su casa de Moscú, rodeada de fotos de la época.

 

A Chernóbil llegó gente de todas partes de la URSS. Militares a los que se prometió un buen destino después, también civiles a los que se ofreció un muy buen salario. Kozlova explica que los turnos se diseñaban en función de la exposición a la radiación. Lo más peligroso era el desescombro del tejado del reactor 4. Sus mil toneladas habían volado por los aires sembrándolo todo de cascotes y polvo. Expandiendo una peligrosa nube de humo denso. Aquellos liquidadores que en primera línea barrieron hacia dentro del reactor —convertido en un enorme cubo de basura nuclear— recibieron dosis altísimas de radiación. Otros construyeron una gigantesca estructura de hormigón y acero para taponar la hemorragia; el conocido sarcófago de Chernóbil.

 

El equipo de la científica Kozlova llegó a finales de mayo. Trabajaba ocho horas, en tres turnos; incluido uno de noche. No había tiempo que perder. Aquel “invento” encargado para limpiar de escombros radiactivos los alrededores consistía en una especie de pegamento para solidificar los cascotes y el polvo, que debía ser después arrastrado con una especie de cepillo gigante hasta ser enterrado. La científica trabajó como segunda de una brigada de 15 personas. Su tarea, cuenta, era preparar el pegamento. No debía acercarse demasiado a la zona de máximo peligro. Aun así, en 30 días recibió una dosis de radiación de 10 roentgen.

 

Dormían en un centro habilitado para los liquidadores a 90 kilómetros de la central, en la localidad de Ivankovo. El trayecto hasta Chernóbil estaba completamente desierto. “No había ruidos. Ni niños. Nada”, dice. Se levantaban a las seis de la mañana. A las ocho estaban desescombrando. No volvían hasta que ya hacía largo rato que el sol se había puesto. Y cada noche, al llegar, debían someterse a un análisis de radiación. “Nos cambiábamos de ropa de trabajo todos los días. La usada se enterraba”, remarca. A veces, las prendas que llevaban debajo, corrían la misma suerte. Y la ropa interior. Las máquinas que empleaban también tuvieron que ser, en ocasiones, sepultadas.

 

Trabajó durante un mes. Sin descanso. Hasta que constataron que el helicóptero que estaban usando para transportar los residuos levantaba polvo radiactivo e incrementaba el peligro. Al llegar a casa recibió el pago por sus servicios: 3.000 rublos de la época. Diez veces su sueldo normal. “Fue impactante”, cuenta. Con parte de ese dinero se compró un aparato de grabación.

 

Volvió a la central en mayo del año siguiente, cuando se habilitaron dos grandes grúas para ayudar al desescombro. Estuvo otros 100 días limpiando la zona. A la vuelta a Moscú empezó a tener achaques de salud. “Primero más leves, algo de la tensión, problemas de corazón”, comenta. En 1995 recibió la invalidez total permanente. Y se dedicó a escribir libros sobre la catástrofe. Algunos sobre la historia de otros liquidadores. La mayoría ya fallecidos.

 

Treinta y tres años después, aún existen puntos muy oscuros sobre Chernóbil. No solo sobre las mentiras y la ocultación de las autoridades. También de cuál fue la escala real y humana de la tragedia. Algunos trabajadores murieron inmediatamente después de la explosión. Pero la mayoría de los primeros liquidadores, aquellos que recibieron las primeras llamadas, fallecieron por los altos niveles de radiación semanas después del siniestro.

 

Ígor Ostretsov también conoció el accidente el mismo lunes que Kozlova. Pero en la otra punta de Moscú, junto a varios colegas del Instituto de Maquinaria Energoatómica, que suministraba equipamiento a la central. El secretismo, pese a que los países nórdicos ya habían alertado de la detección de niveles anormalmente altos de elementos radiactivos en su territorio, era inmenso. Esa noche, junto a su esposa, se sorprendió al escuchar hablar sobre Chernóbil en el noticiero de la televisión: “Se toman medidas para eliminar las consecuencias de la avería. Las víctimas reciben ayuda. Se ha creado una comisión gubernamental”, decía el telegráfico comunicado oficial. Catorce segundos.

 

Días más tarde, se le notificó que había otra comisión oficial. Y que él era uno de su docena de miembros. Lo ocurrido desde entonces se le amarga en la boca a este hombre enjuto y con grandes bolsas bajo los ojos. “Hubo dos comisiones estatales. Una de ellas estaba en Chernóbil. Y su tarea fue ocultar la verdad sobre lo ocurrido”, dice lapidario Ostresov, de 80 años. “En la otra debíamos investigar la seguridad de la energía atómica”, describe. Su conclusión fue muy clara, asegura el ingeniero: “Alertamos de la peligrosidad de los reactores RBMK [condensador de alta potencia], remarcamos otros sucesos similares antes del de Chernóbil y también insistimos en que, pese a que se había diseñado un protocolo de actuación, no se hizo nada”.

 

Efectivamente, con el paso de los años se supo que la URSS había encubierto otros accidentes; uno de ellos en 1982, en otro de los reactores de Chernóbil. Y las autoridades soviéticas consideraron que ocultar el accidente protegía su imagen de superpotencia. Nadie quiso admitir el desastre. Tampoco que su programa de defensa civil de reacción en caso de guerra atómica —que debía funcionar también en caso de catástrofe nuclear— había sido un fracaso. En mayo, la URSS informó oficialmente de que el peligro de catástrofe en Chernóbil había desaparecido.

 

El informe en el que participó Ostresov jamás trascendió. El ingeniero sostiene que el Partido Comunista enterró el documento en un cajón. O que lo quemaron. Directamente. “Ya nos dijeron que estábamos locos por lanzar la alarma abiertamente. Hacernos caso habría supuesto un grave problema de suministro de energía para todo el país”, apunta. Cada día lamenta no haber guardado una copia. Aunque se hubiera enfrentado a durísimos cargos si llegaban a captarla.

 

La comisión se disolvió. En julio, Ostresov fue enviado a Chernóbil. Otro liquidador. Su trabajo fue examinar si el resto de reactores habían quedado afectados por el accidente. Y liderar el equipo que debía reactivarlos. Todo mientras seguían las labores de desescombro y sellado en el reactor 4. Ostresov pasó en la central de Chernóbil dos años —con periodos de viaje—. En octubre lograron poner en marcha el bloque 1; en noviembre, el 2; en diciembre, el 3. Cuando volvió a casa, a Moscú, insistieron en que aceptara la invalidez por la radiación experimentada. Durante años se negó a aceptarla. Hasta que no le quedó más remedio, cuenta. Ha recibido varias condecoraciones por su trabajo. Las guarda en una caja metálica, junto a sus pases de la central y la cartilla sanitaria que, en letras rojas, indica: radiación.

 

La recibió cuando la URSS ya se había derrumbado. Tras el siniestro, los médicos se cuidaron mucho de vincular los problemas de sus pacientes —sobre todo de los civiles— a la radiación recibida. Las autoridades trataban de minimizar también así el gravísimo alcance de la catástrofe, según han denunciado más tarde expertos y activistas.

 

Con el tiempo, rumiando sin parar el accidente, Ostresov ha desarrollado una teoría que implica a Estados Unidos en lo ocurrido. Una idea conspiranoica que culpa al gran enemigo exterior, alimentada en algunos círculos de la URSS —jamás oficialmente—, como casi tras cualquier gran catástrofe. Una trama que resurge tímidamente ahora que Chernobyl, serie de HBO que ha impactado a millones de espectadores en todo el mundo, pone ante el espejo la URSS de los años ochenta. Y aunque es una ficción está basada y documentada en hechos muy reales. Y da buena cuenta del esfuerzo de las autoridades soviéticas para tapar el accidente.

 

Valeri Vólkov, de 71 años, cree que la hipótesis sobre el papel de EE UU es “simplemente una locura”. Era uno de los ingenieros jefe de Chernóbil en el momento de la catástrofe. Y estuvo después a las órdenes de Ostresov en el equipo de liquidadores que reactivaron la central. Ha reflexionado mucho sobre lo que ocurrió. Sin embargo, solo reconoce que, “como todos los jefes”, firmó los documentos que confirmaban la seguridad de la central.

 

La noche del siniestro Vólkov no dormía en su casa de Prípiat, a tres kilómetros de la central. Estaba de viaje en Jmelnitskaya, en otra central. Se enteró el sábado. Por su esposa. “Hablamos por teléfono. Ella había acudido al mercado, a solo un kilómetro de la central y había encontrado la zona acordonada. Un amigo le contó sobre el accidente. Yo no me lo podía creer”, comenta Vólkov. Sentado en uno de los sillones del salón de su amigo Ostresov, rodeado de cojines de peluche, se estruja las manos. Al parecer, las personas dentro de la central tuvieron prohibido revelar el accidente. Incluso a sus propios compañeros.

 

Horas después de esa llamada, se ordenó la evacuación de la ciudad de Prípiat,donde vivían la mayoría de los trabajadores de Chernóbil. El Ejército movilizó 1.200 autobuses para transportar a sus casi 50.000 habitantes. Se les dijo que era solo por tres días. Hoy, Prípiat es, oficialmente, inhabitable. Y tras esta ciudad, que un día fue el sueño del desarrollismo soviético, se procedió a la evacuación de otras localidades en Ucrania y en Bielorrusia. La familia de Vólkov, como tantas otras, jamás volvió a casa. Su esposa murió algunos años después, de cáncer.

 

El Comité Científico sobre los Efectos de la Radiación Nuclear de la ONU elaboró su primer informe sobre Chernóbil en el año 2000. Reportó entonces 30 muertos. Bomberos, operarios, policías o ingenieros que fallecieron como consecuencia más o menos directa de la explosión. Un lustro después, otro informe de un grupo de expertos de Naciones Unidas, de la Organización Mundial de la Energía Atómica y de la Organización Mundial de la Salud sostuvieron que habían muerto 4.000 personas. Y alertaron de que con mucha probabilidad se producirían otras 5.000 víctimas mortales años después, como consecuencia de enfermedades relacionadas con la radiación; que había llegado hasta muy, muy lejos.

 

Se apena Kozlova de que solo ahora las nuevas generaciones de jóvenes están conociendo la historia. Y de que lo hagan por una serie de televisión que no es rusa: “La gente hoy se acuerda de nosotros gracias a eso, pero han avergonzado a los cineastas nacionales. Deberían hacer una película o una serie. Y no tardar mucho, porque pronto los que quedamos ya no estaremos”.


Así Sucedió en la Primera Guerra Mundial

 

Una sola bala, la que disparó el nacionalista bosnio Gavlilo Princip contra el archiduque Francisco Fernando, heredero del imperio austrohúngaro, en la esquina de la calle Franz Josef de Sarajevo, provocó que la historia descarrilara el 28 de junio de 1914. Un mes después, entre vítores y fuegos de artificio, se desató una política de alianzas en la que unos países se declaraban la guerra a otros con los que jamás habían tenido un solo conflicto. Se abrieron banderines de enganche para que medio continente acabara con el otro medio. Millones de soldados de todas las clases sociales, vestidos como si fueran a un carnaval (los franceses, con unos ridículos pantalones rojos y los alemanes, con un casco coronado por un pincho) se apuntaron a la pesadilla pensando que sería cosa de pocos días.Lo primero que murió en la Gran Guerra de 1914 fue el concepto de guerra en sí misma.

 

El ejército alemán enfiló hacia París y recorrió cientos de kilómetros en pocos días hasta que algún soldado cavó la primera trinchera y mató al conflicto clásico del siglo XIX. Se acabaron de golpe las cargas a caballo y sable y nacieron artilugios mucho más abyectos: los gases venenosos, la ametralladora, el tanque, el bombardero, el lanzallamas, el zepelín. A partir de ese momento, para avanzar unos metros se destinaron divisiones enteras con miles de muertos.Con la Gran Guerra se fueron por el sumidero de la Historia la Belle Époque, la paz armada, la era de la seguridad y todo aquello que parecía inamovible. Cuatro imperios cayeron: zarista, otomano, alemán y austrohúngaro, así como sus territorios coloniales y casas dinásticas, nada menos que los Habsburgo, Romanov, Hohenzollern y la Sublime Puerta.

 

Todas las alianzas se hicieron trizas: tres de los dirigentes de las principales potencias eran primos: el zar Nicolás II, el káiser Guillermo II y el rey Jorge V de Inglaterra, de enorme parecido entre ellos, eran nietos de la reina Victoria. Una de las ficciones en las que vivía la realeza anterior a 1914 decía que emparentar a las grandes dinastías europeas era una garantía para la paz y contra el republicanismo. Murieron 16 millones de personas, ocho de ellos, civiles. Cada nueva leva era mayor que la anterior. Había miles de muertos que reemplazar de golpe en batallas como Verdún (diez meses, la más larga), Arrás, Galípoli o el Somme (la más sangrienta, con un millón de muertos).

 

La guerra, como una enfermedad bíblica, tumbó a todos los gobiernos en línea recta desde Alemania hasta Japón y se extendió por todos los confines del mundo. Las potencias enviaron armamento y soldados a sus colonias africanas y asiáticas. Las tropas alemanas se rindieron en Namibia en septiembre de 1915 mientras el conflicto avanzaba en Camerún, Togo, Tanzania, Kenia, el Congo y Gabón, con la movilización de cientos de miles de hombres procedentes de ejércitos tribales, algunos armados tan sólo de una lanza y un escudo. En Rusia engrasó la revolución bolchevique, un cataclismo ideológico en el siglo XX.

 

Cinco continentes participaron en la matanza. Además de Europa, donde prendió la mecha, el conflicto saltó a las colonias. Australia y Nueva Zelanda enviaron a sus jóvenes a luchar por el imperio británico, mientras que EEUU entró en la contienda después de que un submarino alemán hundiera el RMS Lusitania en mayo de 1915. En 1918, los grandes imperios habían perdido el 60% de su Producto Interior Bruto, se habían llenado de tullidos en sus calles y se encontraban exhaustos, sin moral ni recursos. Las primeras en pedir un alto el fuego fueron las potencias centrales. A las 11 de la mañana y 11 minutos del día 11 del mes 11 de 1918, los silbatos sonaron en todos los frentes de batalla y se detuvieron las ofensivas y los bombardeos. Se había firmado el armisticio que ponía fin a cuatro años de la mayor carnicería creada por el ser humano hasta la fecha, pero la paz que se ofrecía contenía bombas de acción retardada que iban a provocar conflictos aún peores por todo el planeta. En diversos parques y castillos se firmaron los tratados de paz de Versalles (con Alemania), Saint Germain (con Austria), Trianon (con Hungría), Sèvres (con Turquía) y Neuilly (con Bulgaria) en los que se impusieron sanciones durísimas, reparaciones imposibles y responsabilidades inasumibles.

 

La delegación alemana recién llegada a París fue recibida por una turba borracha de odio que les despojó de todo su equipaje, les insultó, zarandeó y escupió hasta la llegada de su hotel. Cuando tuvo que firmar la humillante rendición, la pluma que les cedió el vengativo presidente galo Clemenceau no tenía tinta. El enviado alemán se esforzó por hacer un garabato legible ante la mirada glacial de todos los presentes en el salón de los espejos de Versalles. "Bueno, esto es el final", dijo Clemenceau cuando al fin pudieron firmar los alemanes con otra pluma prestada por el propio líder francés. El historiador Arthur J. Toynbee, presente en la sala, masculló en voz baja: "No, esto es sólo el principio". El revanchismo, el antisemitismo y el nacionalismo ya se incubaban en aquella encerrona. Muchos millones de muertos después, otra bala, la que disparó Adolf Hitler contra sí mismo con una pistola Walther PPK, la favorita de James Bond, terminó con el ciclo de violencia que abrió la de Princip en Sarajevo.

 

La factura del carnicería

 

16.000.000 MUERTOS. Más de nueve millones de combatientes y siete millones de civiles perdieron la vida durante el conflicto -el 1% del total de la población mundial de la época-. El último de ellos fue el soldado estadounidense Henry Nicholas Gunther, fallecido oficialmente a las 10:59, segundos antes del armisticio, bajo fuego alemán. Además, murieron ocho millones de equinos.

85.000 FALLECIDOS POR EL GAS MOSTAZA. El conflicto de 1914 inauguró la guerra química. Ambos bandos usaron el gas mostaza como arma para atemorizar y cegar al enemigo. Hasta un millón de soldados quedaron afectados por este humo venenoso. Uno de ellos fue el cabo austriaco Adolf Hitler, que casi se quedó ciego.

 

20.000.000 HERIDOS Y MUTILADOS. La mecanización del conflicto provocó terribles heridas a los soldados. La ciencia militar comenzó a determinar que era más costoso para la economía y la moral del enemigo herir y no matar. Desde entonces, se fabrican balas más pequeñas para llenar los hospitales, no los cementerios.

 

40.000 KILÓMETROS DE TRINCHERAS. La guerra de posiciones definió este conflicto, en el que se excavaron 40.000 kilómetros de trincheras, la mayoría entre Francia, Alemania y Bélgica. Muchas de ellas estaban en el frente y otras servían para alimentar de armamento o soldados a las primeras. Esa longitud, sin contar con los túneles, permitiría dar la vuelta al mundo.

 

1.500.000 MUERTOS EN EL PRIMER GENOCIDIO. Una de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial fue la matanza de la minoría armenia por parte del imperio otomano, en lo que se considera el primer genocidio planificado, masivo y sistemático de la Historia.

 

24.000.000 PROYECTILES LANZADOS EN VERDÚN. Hasta 1.200 bocas de cañón lanzaron 50 bombas por metro cuadrado durante los primeros siete meses de batalla alimentados por un camión de municiones cada 14 segundos. Se destruyeron nueve pueblos y se creó una tierra de nadie que hoy sigue despoblada y llena de bombas sin explotar.

 

0 OBJETIVOS MILITARES CONSEGUIDOS. Ninguno de los contendientes de la Gran Guerra pudo considerarse ganador de un enfrentamiento en el que ninguno cumplió con sus objetivos estratégicos iniciales fijados en 1914.


Hace 51 años Mataron a Martin Luther King Jr.

 

Martin Luther King Jr. significaba progreso. Por eso, quizá, le mataron en Memphis (Tennessee) el 4 de abril de 1968. Vivió una vida extraordinaria. Más allá de marcar en rojo un momento concreto en su vida, su fuerza dominante destacable fueron los grandes logros en la década entre 1957 y 1968 en la lucha por los derechos civiles a través de las posturas no violentas. Más importante incluso que otros momentos concretos en la vida de Martin Luther King Jr. como los boicots a las líneas de autobús en Montgomery, el discurso de la manifestación en Washington en 1963 ("I Have a Dream") o el Premio Nobel de la Paz.

 

En su última intervención, abordó las posibles soluciones a la pobreza, una alocución que todavía sigue vigente hoy en día. Precisamente, se encontraba en Memphis, donde fue asesinado por James Earl Ray, para apoyar una huelga de trabajadores de recogida de basura afroamericanos que apenas ganaban un dólar por hora, a los que no se reconocía el derecho a la sindicación. No es el King del discurso "I Have a Dream" (Tengo un Sueño), tampoco el de la fiesta nacional en Estados Unidos en su honor. Es un King que pidió justicia económica, que instó a hacer boicots a las empresas que respaldaban injusticias, y a las que llamaba por su nombre. Sin embargo, sus ideas de futuro se truncaron con su asesinato que propició revueltas en diferentes ciudades en Estados Unidos.

 

Cuando el presidente Barack Obama empezó a llamar la atención de los periódicos liberales en Estados Unidos, entre los que destacó 'The New York Times', se resaltaba del entonces senador de Illinois que si se le escuchaba con los ojos cerrados, parecía hablar cualquier político blanco del país. Obama se ocupó de hacer ver que era la evolución de King. Mientras, hacía oídos sordos a los historiadores de la América Negra, que echaban de menos la contundencia y rudeza del otro gran líder de los derechos civiles, Malcolm X. Sin embargo, el primer presidente afroamericano de Estados Unidos supo entender que tenía que acercarse al electorado y pueblo estadounidense con las propuestas políticas para todos derivadas de King. No podía ser el Reverendo Al Sharpton o Jesse Jackson, candidatos del Partido Demócrata, que solían caer en las primarias de su agrupación política y eran respaldados sólo por el voto negro.

 

De esta forma, da la sensación que la bala que le penetró en la cara quebró también el progreso, que podían haber traído sus palabras de haber seguido con vida y de esta forma su carrera política.Nacido en Atlanta (Georgia) el 15 de enero de 1929, su padre Martin Luther King Sr. era pastor de la Iglesia Baptista Ebenezer, y su madre Alberta, profesora de escuela. No tenía previsto seguir estos pasos. Pero, le convenció el Dr. Benjamin Mays. Después de graduarse y conseguir el doctorado en Chester (Pensilvania), volvió al Sur donde se puso al frente de la Iglesia Baptista Dexter Avenue en Montgomery (Alabama). Allí, dejó su primera marca en la historia de derechos civiles. Fue cuando lideró un boicot a las líneas de autobuses tras movilizar a la comunidad afroamericana durante 382 días. Entonces, se levantaron después de que Claudette Colvin y Rosa Parks se negase en dos incidentes distintos a ceder sus asientos de la parte delantera del autobús, reservada para los blancos.

 

En esta dividida sociedad estadounidense de hoy en día, marcada por las diferencias sociales y económicas, da la sensación de que se necesitan líderes como el que podía haber sido King en caso de no haber sido asesinado.Precisamente, su último gran discurso, "Mountaintop" (cima de la montaña), pronunciado el 3 de abril de 1968, que también tiene estos días su 50 aniversario, puede servir para reflexionar sobre la actualidad: "Un día, tendremos que presentarnos ante el Dios de la historia. Y le hablaremos en los términos de lo que hemos hecho. Y me parece que puedo oír al Dios de la historia decir: "No fue suficiente", echó en cara King en su último discurso.


 

LOS 100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN

RUSA

 

¿Lo sucedido en Rusia entre febrero y octubre de 1917 fue una revolución social o un golpe de Estado que impuso un partido único? La respuesta a esa pregunta ha provocado

                                  un debate que dura 100 años

 

Era un día de marzo de 1917. Vladímir Lenin acababa de recibir la noticia de que en Rusia había estallado por segunda vez una revolución y llama a su camarada y amigo Giorgi Zinoviev, con quien vaga durante horas y horas por las calles de Zúrich comentando los acontecimientos. No cabía duda: lo ocurrido era repetición de 1905, cuando se formó un Gobierno de constitucionalistas y demócratas, y un sóviet con mayoría de mencheviques y conciliadores, que acabó derrotado por la reacción. Ahora, 12 años después, el fin de aquella revolución no podía repetirse. Obsesionado por regresar a Rusia, Lenin aceptó los buenos oficios de un socialdemócrata suizo que consiguió del Gobierno alemán la autorización para que un grupo de 32 exiliados atravesara el imperio en un vagón vigilado por una pareja de policías que no permitió entrar ni salir a nadie en los tres días que duró el largo viaje hasta Sassnitz, al norte de Alemania. Y de allí, en barco y en tren, a la estación Finlandia, en Petrogrado.

 

Al día siguiente de su llegada, le visita una delegación de bolcheviques, miembros de la conferencia panrusa de los soviets que acaba de clausurar sus sesiones. Antes de regresar a sus ciudades quieren oír a Lenin, que se presenta con su esposa en el palacio de Táuride, antigua sede de la Duma y ahora cuartel general del soviet, donde va desgranando, ante un auditorio expectante, una a una sus diez tesis de abril, que podrían resumirse en tres: ningún apoyo al Gobierno provisional, paz, pan y tierra para los campesinos, todo el poder a los soviets. Voces, gritos, mientras el presidente de la conferencia, el menchevique Nikolái Chjeidze, se hace oír por encima del tumulto: “Lenin ha hecho suyas las palabras de Hegel: ¡Qué importan los hechos! (…) Se quedará solo, fuera de la revolución”.

 

¿Fue lo que vino después una revolución social, en la que una clase social consciente, el proletariado, con el apoyo del campesinado, se hizo con el poder para transformar la sociedad destruyendo a la nobleza y a la ascendente burguesía? ¿O fue un golpe de Estado, que liquidó las primeras conquistas democráticas de la revolución para imponer por medio del terror el poder de un partido único? Se comprende que dada la magnitud de lo sucedido de febrero a octubre de 1917, y de sus consecuencias para la historia del siglo XX, las respuestas a estas dos preguntas hayan dado lugar a inmensas esperanzas, largos peregrinajes y fuertes debates en los que han participado toda clase de escritores, científicos sociales, memorialistas, políticos, centros universitarios, alianzas de intelectuales, deslumbrados por el fulgor de la revolución o nostálgicos por su final destino.

 

Para muchos, incluso conspicuos socialistas fabianos, como Sidney y Beatrice Webb, la URSS surgida de la revolución era la civilización del futuro, la liquidación del terrateniente y del capitalista, el fin del desempleo, una producción al servicio de las necesidades humanas, un nuevo mundo que alumbraba frente a la vieja y caduca sociedad burguesa. A otros, como a André Gide, los atrajo el anticolonialismo y el pacifismo, con la promesa de fundir individualismo y comunismo, internacionalismo y raíces francesas, mientras André Malraux se siente fascinado por su eficacia más que por una justificación intelectual o moral, a diferencia de Stephen Spender, para quien el fascismo ejerce una moralidad de violencia y de avidez que es la moral misma del capitalismo con el que es preciso acabar. En todo caso, estos compañeros de viaje, y tantos otros, como Rolland, Eluard, Mann, Gorki, Shaw, que se encuentran en los congresos internacionales de escritores por la defensa de la cultura, con sus discursos, lecturas de poemas, agasajos, reconocimiento de los obreros por la calle, se incorporan con su compromiso a un mundo que rebosa sentido. Se sienten parte de una vanguardia, parteros de la historia, constructores del hombre nuevo.

 

La primera ruptura se producirá en torno a la posibilidad misma de emitir un juicio sobre la URSS. Ya en el primer congreso se manifestó cierta angustia por las dudas sobre la asistencia de Gorki y de Babel. Pero lo que ahí fueron dudas, en el segundo será ya una clara división ante las críticas a Gide, que en su Retour de l’URSS no calla lo que ha visto —un mundo uniforme, unas gentes pasivas— y a quien se vilipendia como monstruo fascista, burgués decadente autoconfeso. La segunda ruptura vendrá inmediatamente después, con el grupo de escritores que denuncian la deriva de la revolución desde que Stalin ha eliminado físicamente a toda la vieja guardia bolchevique y cae la Oscuridad a mediodía —como fue el título original de Arthur Koestler— seguida, después de la guerra, por El Dios que cayó, con artículos del mismo Koestler, con Gide, Ignazio Silone, Spencer, Richard ­Wright y Louis Fischer, que señaló como el Waterloo del Partido Comunista la intervención de la policía secreta para poner fin a los debates políticos. Había nacido el amplio mundo de los excomunistas.

 

La Guerra Fría redefinió el tipo de compromiso de quienes no condenaron ni defendieron la obra de Stalin, aunque trataron de justificarla con la denuncia de la moral establecida. Jean Paul Sartre afirma que la violencia comunista era el humanismo proletario, la justicia sumaria de la historia. Y Francis Jeanson, gerente de Les Temps Modernes y crítico de Camus, confiesa estar, a pesar de sus métodos, con el movimiento estaliniano, porque “no sabemos si no será necesario que la acción revolucionaria transite por esos caminos antes de poder instalar un orden social humano”. Aunque quizá el más tremendo testimonio que nos llega de aquel pasado sea el del humanista Maurice Merleau-Ponty que en su Humanismo y terror, partiendo del supuesto de que los comunistas encarnan la conciencia y los intereses del proletariado, única fuerza revolucionaria, considera que las purgas y los procesos no solo fueron táctica y estratégicamente sabios, sino históricamente justos. Una revolución, escribió Merleau-Ponty, no define el delito según el derecho establecido, sino según el de la sociedad que pretende instaurar. Nikolái Bujarin sufrió en su carne la atrocidad de este principio.

 

De Bujarin y la revolución trató Stephen Cohen en una estupenda biografía argumentando que si sus ideas se hubieran llevado a la práctica, la revolución habría dado lugar a un socialismo democrático, pacífico, libre de terror. Lástima para la revolución que en 1929 Stalin ganara la partida, cerrando la vía a lo que más tarde se llamó socialismo de rostro humano, una conclusión con la que no estuvo de acuerdo Richard Pipes en su monumental historia. Fue en febrero, según Pipes, cuando aconteció la verdadera revolución; lo de octubre fue un golpe de Estado, ejecutado por un partido político que de inmediato recurrió al terror para consolidar su poder. Todo lo que vendría con Stalin estaba ya en Lenin, de manera que no cabe pensar en otro curso posible de la historia: el enemigo es ahora como fue desde el principio, una tesis muy oportuna para la elaboración de políticas propias de la Guerra Fría.

 

El año 1989 marcó, en todo caso, con el hundimiento de la Unión Soviética, el fin de una ilusión, según constató François Furet, sin dejar ningún legado: de todo lo construido en el orden institucional no queda nada en pie, escribió. Quedaba quizá el sueño de la revolución, y de los días de triunfo y fraternidad, que Eric Hobsbawm seguía abrigando años después, a pesar de que su predicción de que toda la humanidad habría de entrar por las puertas de la historia abiertas por Lenin resultó una gran fábula. Su romance del comunismo, por decirlo con Tony Judt, se había desvanecido en el aire, y de la revolución no quedó ni el homo sovieticus, como bien muestran los estremecedores relatos que Svetlana Alek­siévich recogió a modo de epitafio y fin de la experiencia comunista.

 

¿Fin, pues, de la revolución? La penúltima ocurrencia suscitada por la de 1917 es de Slavoj Zizek cuando evoca al Lenin que acaba de triunfar en la guerra civil y ordena el repliegue de la Nueva Política Económica. Los comunistas que preservan su fuerza y flexibilidad para comenzar una y otra vez desde el principio nunca mueren, escribe Lenin en 1922. Para no ser menos, sostiene Zizek que, en términos kierkegaardianos, los procesos revolucionarios no entrañan un progreso gradual, sino un movimiento repetitivo, comenzar desde el principio una y otra vez. Y esto es a lo que estaríamos obligados después de ese “desastre oscuro” que fue 1989. Oscuro será para Zizek, que no quiere verlo, porque qué importan los hechos si lo que hay que mantener bien sujetos en la memoria son “los momentos sublimes” de la revolución como marco general que debe ser superado comenzando una y otra vez desde el punto cero.

 

Tal es, en síntesis, la “hipótesis comunista” elaborada por Alain Badiou, que no oculta los hechos, simplemente los da como no pertinentes: si la revolución y el comunismo se han revelado como una forma de transición, tardía y particularmente cruel, del feudalismo a la más rapaz versión del capitalismo, peor para los hechos. Hay que comenzar una y otra vez de cero para que el espíritu de Hegel no nos pille dormidos cuando de nuevo emprenda el vuelo anunciando otro amanecer que canta.


 

ASESINO DE JOHN LENNON CONFIESA LA RAZÓN POR LA CUAL ACABÓ CON LA VIDA DEL BEATLE

 

El hombre que mató al célebre músico británico John Lennon ha admitido tener "una mente psicópata" y que asesinó al integrante de The Beatles porque "quería ser famoso", informa el diario 'The Telegraph'.

 

Lennon fue asesinado en diciembre de 1980 a manos de Mark David Chapman en la entrada del edificio donde vivía el artista en Nueva York. Chapman confesó el crimen y actualmente se encuentra cumpliendo una sentencia de cadena perpetua.

 

 Ha intentado en repetidas ocasiones obtener la libertad condicional, y en su última vista, ante una comisión del tribunal de evaluación ha descrito con detalle su crimen. "Él (Lennon) salió de su casa y esto es una parte que realmente lamento que haya sucedido. Él salió y yo tenía su álbum con una pluma y le pedí que me firmara el álbum. Se tomó su tiempo. Me preguntó si quería otra cosa. Su esposa había salido con él, estaba esperando en una limusina y eso es algo que a menudo reflexiono sobre cómo era tan decente con un extraño. Firmó el álbum y me lo devolvió, luego entró a la limusina", indicó el recluso.

 

Ese día, Chapman se alejó al recibir el autógrafo, pero volvió en la noche con una pistola. Cuando Lennon regresó a su casa y pasó junto a Chapman, este sacó el arma y le propinó varios disparos en la espalda.

 

"Esa es una verdadera mente sociópata: hacia el final, yo diría que la última hora o así, me hable a mí mismo. Hice una oración pidiendo que por favor me ayudara a cambiar esto. No podía hacerlo. Estaba obsesionado con una cosa y que lo estaba haciendo para que yo pudiera ser alguien", confesó el homicida.

 

La comisión rechazó su solicitud alegando que el crimen fue premeditado con el afán de querer ser famoso. Chapman podrá tener una nueva vista para revisar su caso dentro de dos años: será la décima.

 

 

 

FALLECE JERRY PARR, AGENTE DEL SERVICIO SECRETO QUE SALVÓ LA VIDA DEL EX PRESIDENTE

REAGAN

 

En una declaración la ex primera dama Nancy Reagan llamó a Jerry Parr "uno de mis verdaderos héroes".

 A la edad de 85 años falleció el viernes Jerry Parr, el agente del Servicio Secreto que le salvó la vida al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan cuando intentaron asesinarlo en 1981.

 

El 30 de marzo de 1981 Parr estaba a cargo del grupo de agentes que protegían al presidente y al escuchar los disparos atinó a empujar de inmediato a Reagan a la limusina donde viajaban y al darse cuenta que estaba herido dicidió que sea trasladado de inmediato al hospital George Washington.

 

Reagan había recibido un disparo en el pecho y sufría una hemorragia interna. Los médicos dijeron más tarde que cualquier demora le habría costado la vida.

 

Jerry Parr, quien se retiró en 1985 tras 22 años de servicio y se ordenó como clérigo, nació el 16 de septiembre de 1930 en Birmingham, Alabama. Veterano de la Fuerza Aérea, se integró al Servicio Secreto en 1962. Le sobreviven su esposa, Carolyn y tres hijas.


INVASIÓN A BAHÍA COCHINOS,

 

 

LA GRAN TRAICIÓN DE JOHN F. KENNEDY A EXILIADOS CUBANOS

 

Veteranos de la operación de 1961 cuentan  cómo fracasó por la falta de convicción de Kennedy en la batalla

 

El 17 de abril de 1961 pudo haber cambiado la historia de Cuba. Ese día se produjo el desembarco en la bahía de Cochinos, en la costa sur de la isla, de la Brigada de Asalto 2506, integrada por 1.500 cubanos entrenados y financiados por Estados Unidos, que pretendía poner fin al régimen comunista que había implantado Fidel Castro poco más de dos años antes.

 

Pero la falta de convicción del demócrata John F. Kennedy en una operación que había sido impulsada por su antecesor republicano, Dwight D. Eisenhower, le privó del respaldo necesario y frustró sus posibilidades de éxito.

 

De haber triunfado, «nos habríamos ahorrado 55 años de dictadura oprobiosa, tiranía, muerte, sangre y destrucción», asegura Luis González Lalondry, hoy de 82 años y que con 27 fue jefe de Comunicaciones de uno de los batallones que combatió aquel día.

Lalondry y otros veteranos de lo que él llama un «desembarco patriótico» recuerdan desde su largo exilio en Miami lo que vivieron aquel episodio en el que trataron de frenar la dictadura comunista en la isla.

 

El respaldo de Estados Unidos

 

Desde principios de 1960, las autoridades norteamericanas habían dado luz verde al adiestramiento de hombres con vistas a futuras operaciones contra el régimen de Fidel Castro. El origen de la Brigada 2506 que finalmente se encargaría del intento de invasión fue un grupo de jóvenes estudiantes y ex militares rebeldes de Cuba que se empezaron a concentrar de la mano de la CIA en una isla frente a la costa occidental de Florida, en el golfo de México, desde donde se les envió a formarse en países centroamericanos como Panamá y Guatemala, donde se fueron incorporando otros nuevos reclutas.

 

Uno de aquellos primeros jóvenes era Jorge Gutiérrez Izaguirre, alias «El Sheriff», un alumno de Derecho en la Universidad de La Habana que se instruyó como radiotelegrafista y que fue designado como segundo jefe de un grupo de infiltración que debía tomar contacto con los guerrilleros anticastristas que estaban operando en la isla.

 

A sus 80 años, Izaguirre recuerda como si fuera hoy que a las siete de la mañana del 19 de marzo de 1961, unas semanas antes del desembarco en Bahía de Cochinos y habiendo contactado ya con la resistencia anticastrista, el pequeño grupo con el que se encontraba amaneció rodeado por unos 1.500 soldados del régimen en la provincia de Matanzas.

 

Tras formarse una «balacera», trató de cruzar una explanada y una bala de un fusil belga Fal le atravesó desde la paleta hasta el esternón, perforándole el pulmón derecho, mientras otros compañeros caían fulminados a su lado, rememora mostrando el agujero que el balazo le ha dejado de por vida en el pecho. Cuando intentaba reincorporarse con una granada en la mano, un oficial se dispuso a terminar con su vida. «Hijo de puta, te voy a rematar», le anunció. Sin embargo, cuando apretó el gatillo el arma se le había encasquillado y pudo sobrevivir, explica este antiguo combatiente en las instalaciones de la llamada Casa de la Brigada 2506 en Miami.

Izaguirre estuvo después a punto de ser fusilado, pero volvió a esquivar la muerte al suspender Fidel Castro la ejecución de prisioneros. En cambio, acabó cumpliendo 18 años de prisión con trabajos forzados.

 

La aviación castrista, intacta

 

Una de las claves del fracaso de la operación de Bahía de Cochinos fue que no se pudo acabar con la aviación castrista. Esteban Bovo Carás pilotaba una de las ocho naves que volaron desde Nicaragua el 15 de abril para bombardear la fuerza aérea del régimen.

Por una parte, se habían retirado las torretas de ametralladoras traseras para reducir el peso de las naves y aumentar la autonomía de vuelo, lo que les impidió defenderse como habrían podido hacerlo con todas sus armas cuando un enemigo se situaba a su cola. «El primer día, perdimos la mitad del escuadrón», se lamenta Bovo.

 

Por otro lado, tras las primeras protestas de Cuba ante Naciones Unidas, Kennedy ordenó suspender los vuelos de los días siguientes, con lo que buena parte de los aviones castristas quedaron intactos para hacer frente al desembarco. «Eso fue suficiente para acabar con nosotros», recuerda el antiguo piloto de un B-26.

 

El día del desembarco, el 17 de abril, Luis González Lalondry se encontraba a bordo del «Houston» con el Batallón 5, listo para desembarcar con explosivos y las armas para distribuir entre los cubanos que se sumaran a la invasión. Pero a las 9.15 de la mañana, el buque recibió el impacto de un cohete lanzado por un T-33 y el capitán del barco lo lanzó contra la costa para encallarlo y evitar que se hundiera del todo, aunque no pudo impedir que parte de los hombres murieran ahogados o alcanzados por la artillería en la cubierta. Los que llegaron a la orilla, trataron de alcanzar Playa Larga, que fue donde «se combatió más duro», señala. A su juicio, la de la Brigada 2506 fue «una misión heroica».

 

Otro de los barcos, el Río Escondido fue alcanzado de lleno por los bombardeos enemigos, provocando una explosión «gigantesca», rememoraAurelio Pérez Lugones, que ejerció como segundo en el Servicio de Inteligencia.

 

«La idea era que, una vez asegurada la cabeza de playa, aterrizaran los aviones y se surtieran con lo que llevábamos en los barcos y comenzaran a operar desde este aeropuerto», explica señalando sobre un mapa unas pistas próximas a la bahía.

 

Para Pedro Corzo, presidente del Instituto para la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo, «la política primó sobre las consideraciones militares de los encargados de planificar la operación». «Indudablemente el presidente no estaba convencido del todo de la necesidad de ese tipo de acción militar.», señala Corzo, ya que «Kennedy había heredado el plan de su predecesor y lo enmendó, convirtiendo lo que en principio iba a ser una guerra irregular en una de tipo convencional, sin facilitar los recursos que tal tipo de contienda demanda». 


HOUSTON, USA, 

 

 

FALLECIÓ EL ARISTOCRÁTICO DUEÑO DE LA EMPRESA FABER- CASTELL

 

 

¿QUIÉN DE NOSOTROS NO PINTÓ, ESCRIBIÓ O DIBUJÓ CON LOS LÁPICES Y OTROS IMPLEMENTOS

PARA ESTUDIANTES MARCA FABER-CASTELL?

 

 

Los orígenes

Fundada en 1761, la empresa Faber Castell es una de las compañías más antiguas de Alemania. Originalmente era un taller de carpintería. El hijo de Kaspar Faber, creador de la empresa, convirtió al lápiz en el primer útil de escritura con marca del mundo. El castillo de Faber Castell, situado en la localidad de Stein, cerca de Núremberg, pertenece a la familia desde hace ocho generaciones.

 

Sinónimo de calidad

Cuenta la leyenda que el conde recién fallecido, Anton Wolfgang Graf von Faber-Castell, tenía la costumbre de lanzar lápices desde la torre de su castillo para comprobar si los productos que llevan el nombre de su familia eran resistentes. "El lápiz está íntimamente ligado a nuestra cultura y se ha convertido en imprescindible para la ciencia y el arte", dijo Johann von Faber en 1898.

 

Made in Germany

"¿Por qué fabricamos en Alemania?", preguntó el conde en una entrevista. "Por dos motivos: para ser los mejores y para retener el conocimiento en Alemania. No me gusta regalarle el conocimiento para producir nuestros mejores lápices a China". A diferencia de otras compañías, Faber Castell mantiene parte de su fabricación en el país para preservar el vínculo entre diseño, ingeniería y producción.

 

Lápices ecológicos

La empresa dice que todos sus productos se fabrican utilizando procesos y materiales ecológicos y ambientalmente sostenibles. Faber Castell sólo utiliza madera de su propio bosque, situado en Brasil. En su proyecto de reforestación y conservación, la compañía planta y cultiva sus propios árboles e incluso recicla el desecho de la producción de lápices para utilizarlos en abonar el suelo.

 

La más grande del mundo

En su planta de Sao Carlos, en Brasil, Faber Castell produce cerca de 1.500 millones de lápices al año, lo que convierte a la compañía en la fábrica de lápices de colores más grande del mundo. Además, es la única empresa que utiliza pintura al agua ecológica para todos sus lápices de madera producidos en Europa.

 

El más deseado

Con motivo del 250 aniversario de la compañía, Faber Castell organizó una exposición en la galería KaDeWe de Berlín, uno de los centros comerciales más grandes de Europa. Allí presentaron la "Edición especial 250 aniversario", el lote de productos más deseado para todos los amantes del dibujo a mano.

Comienza una nueva etapa

 

Anton-Wolfgang von Faber-Castell falleció a la edad de 74 años a causa de una grave enfermedad rodeado de su familia en Houston (Estados Unidos). A pesar de que muchos se empeñaron siempre en ponerle fecha de caducidad a su negocio, el conde aseguraba que "el lápiz seguirá con vida mucho más de lo que creemos". Su hijo Charles, de 33 años, será el encargado de mantener vivo el legado familiar.


 Los Entretelones de la Película "El Padrino". Lo que Usted

Nunca Supo del Film

 

No necesita decirse que "El Padrino" (The Godfather) es una de las mejores películas en la historia del cine, dirigida por otros de los genios cinematográficos de nuestro tiempo Francis Ford Coppola, que se inspira en la novela homónima del escritor Mario Puzo.

Es una de las pocas que recibe el 100% de aprobación de la página Rotten Tomatoes, y de acuerdo con el American Film Institute es la segunda mejor película de la historia.

 

En 1973 se hizo acreedora a tres premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas estadounidenses por Mejor Actor para Marlon Brando, Mejor Película y Mejor Guión Adaptado para Mario Puzo y Francis Ford Coppola. Ésta fue la primera parte de una trilogía completada a la postre por "The Godfather Part II" en 1974 y concluida con "The Godfather Part III" en 1990.

 

Se puede decir que esta trilogía es de las pocas que en el mundo es considerada de las mejores, incluso, la segunda parte sobrepasa a la primera, lo que no ocurre normalmente en el cine.

 

A pesar de que fue un éxito en taquilla y a nivel cinematográfico es un proyecto cuyo origen es oscuro y está mucho más relacionado con la mafia de lo que nos pudiéramos imaginar.

 

¿Se puede decir que la historia traspasó la pantalla? FAHRENHEITº Magazine descubre la historia no contada detrás de esta película, una que involucra a la verdadera mafia italiana y a personajes clave de la cultura popular.

 

Las deudas

 

La película se realizó a base de deudas. La historia de Mario Puzo fue escrita porque él tenía una deuda de juego muy grande con personajes de la mafia, por su parte, Coppola aceptó dirigir este filme porque tenía también muchas deudas, debido a que se dedicaba a dirigir películas de Serie B.

 

La película fue pensada para Coppola, ya que su origen italoamericano le ayudaría a reflejar el ambiente de esta película; el proyecto fue vendido al millonario Charles Bluhdorn, quien también se codeaba con personajes de la mafia.

 

La mafia

 

El personaje de Don Corleone, como es de suponerse, estuvo inspirado en varios padrinos de la mafia, entre ellos Frank Costello, Carlo Gambino, Joe Profanti, Lucky Luciano y Vito Genovese.

 

Sin embargo, los principales enemigos de "El Padrino" fueron también los propios mafiosos. El capo Joe Colombo a través de la Liga italoamericana, presionó públicamente para que la película no se rodase.

 

Las presiones de la mafia fueron tantas que todos los que participaron en la producción del filme sufrieron amenazas telefónicas y se amenazó con boicotear el rodaje de forma “persuasiva”.

 

La insistencia de Coppola en localizar los exteriores en Little Italy (la comunidad italiana en Nueva York) no puso las cosas más fáciles, hasta que se realizó una reunión entre Al Rudi y el jefe, en donde se llegó al acuerdo en el que "El Padrino" podría rodarse, siempre que en sus diálogos no se mencionase la palabra mafia.

 

Cabe agregar que la mafia estuvo tan cercana al rodaje de esta película que incluso varios de sus actores como Al Martino, hicieron uso de sus “padrinos” para obtener un papel dentro del rodaje, el mafioso Russ Rufalino. Finalmente, el actor Gianni Russo utilizó sus conexiones con Frank Costello y Charles Bluhdorn para que lo dejaran actuar.

 

Coppola no medía límites y para generar la auténtica experiencia de “La Cosa Nostra”, por lo que contrató a varios “chicos listos” que formaban parte de la  mafia, entre ellos, Lenny Montana, un campeón de lucha libre que se ganaba un sobresueldo como guardaespaldas de un capo. El director se quedó tan impresionado con él que le adjudicó el papel de Luca Brasi, ejecutor en jefe de Don Corleone.

 

Finalmente, cabe agregar que el personaje de Johnny Fontane, el cual se basa en Frank Sinatra, no le causó nada de gracia al cantante, por lo que “La Voz” tomó medidas legales para detener el rodaje.


El Caso Watergate o la Caída de un Presidente

  

Un documento de extraordinario valor

histórico, político, espionaje, investigación policial y periodística,

que nos permite 

 

comprender, con la calma que dan los años, el derrotero que siguió este caso único en el devenir político de la democracia de los Estados Unidos. Fue un hecho que no solamente conmovió a

los norteamericanos, sino a la opinión pública mundial

y que puso ante la mirada de todos hasta donde puede llegar la política sucia en el seno del poder. Finalmente, el propio ex presidente Richard Nixon lo dijo: "Watergate marcó toda mi vida hasta el día cuando me muera." Pero no tomó en consideración que el mismo Watergate lo iba a marcar más allá de su deceso y quedaría por siempre en los anales de la historia mundial.

 


 ¿Quién fue Peter Carl Fabergé, el joyero de los Zares?

 

Rusia.- Peter Carl Fabergé nació el 30 de mayo en San Petersburgo, Rusia. Su padre era alemán y su madre de ascendencia danesa. Descendiente de una familia de hugonotes, franceses protestantes que tuvieron que huir de la persecución religiosa en el siglo XVII.

Por este motivo, la familia se trasladó a Dresde en 1860, y poco después el joven se fue en un viaje de estudio, aprendiendo el oficio de joyero en la Casa de Friedman en Frankfurt. En 1864 regresó a San Petersburgo y se unió al negocio de su padre, haciéndose cargo de la gestión de la misma en 1872.

Peter Carl y su hermano menor, Agathon fueron una sensación en la Exposición Pan-Rusia celebrada en Moscú en 1882. Se llevaron la medalla de oro y otros reconocimientos. En 1885, el zar Alejandro III lo nombró el Proveedor Tribunal de Justicia, como un premio por la joya con forma de huevo que le había encargado para su esposa. A partir de entonces Fabergé hizo un huevo cada año para el Zar, quien luego se lo regalaba a la zarina María Ferodrova. La práctica continuó con el zar Nicolás II ordenó dos huevos cada año, una para su esposa y otra para su madre, una práctica continuó desde 1895 hasta 1916.

Fabergé hizo mucho más que sólo los huevos, en 1896 la compañía produjo todos los dones recibidos durante las ceremonias de la coronación de Nicolás II.

En 1900 su obra representó a Rusia en la Feria Mundial de 1900 en París. Y más tarde fue nombrado orfebre y joyero de la Corte Imperial Rusa, así como de otras coronas europeas que no querían desaprovechar su habilidad como referente de su profesión.

Creó la Compañía Fabergé pero en 1917, en el caos de la Revolución de Octubre, vendió sus acciones a sus empleados y huyó a Wiesbaden.

Peter Carl Fabergé murió unos años después, en Lausana, Suiza, y fue enterrado junto a su esposa Augusta en Cannes, Francia. Sus hijos, Eugenio y Alejandro fundaron una compañía sucesora de Fabergé, que a partir de 2003 formó parte de la joyería Víctor Mayer.


Los Días Finales de la Unión Soviética


MARILYN, EL MISTERIO DE SU MUERTE CONTINÚA

Marilyn
Marilyn

 ¿Sabía Mucho? ¿Había que silenciarla?

 

Por Mirror Magazine

 

CALIFORNIA, USA-Nadie mejor que ella para crear el mito y llevarlo por más de 50 años después de su muerte, a todos los rincones del planeta. Su nombre: Norma Jeane Mortenson. Más conocida mundialmente como Marilyn Monroe, la diva del cine de Hollywood, nacida en Los Angeles, California, aquel lejano 1952. Nadie mejor que ella para encarnar a la sensualidad sin vulgaridad, la ternura sin despertar lástima, la elegancia sin lo estrafalario; y, por supuesto, “la espía”, “la confidente” de secretos de Estado, del Pentágono, que nunca quiso serlo, pero que sus amantes involucraron en ese tinglado, que, al fin y al cabo, supuestamente acabaría con su vida. La noticia que la prensa estadounidense divulgó al mundo aseguró que Marilyn murió debido a una sobredosis de barbitúricos; sin embargo, una de las últimas declaraciones del FBI ha señalado que ella no se suicidó, sino que fue asesinada y se basó en esta afirmación porque encontraron muestras del veneno en el recto de la actriz. El gobierno de la época, presuntamente, detuvo la noticia para no escandalizar a los ciudadanos y no perder su popularidad. Aquella mañana de 6 de agosto de 1962, sacaban a la bella mujer amortajada ante las cámaras de los periodistas y una nube de curiosos que se resistían a aceptar la noticia. Su vida se apagó a los 36 años.

¿Y si ella no se suicidó, quién o quiénes la mataron? ¿Cuál era el interés por terminar con sus días, si ella era el glamour personificado en la industria del cine, la mujer que abarrotaba las taquillas y la admirada por todos alrededor del planeta? Se dice que sabía mucho, que los secretos de Estado eran llevados a su lecho de amante por el entonces presidente John F. Kennedy y su hermano Bobby. Algunas versiones, que no dejan de ser creíbles, aseguran que esos secretos eran soltados por los hermanos que compartieron su cama en diferentes épocas uno del otro, y lo hacían entre cigarrillo y cigarrillo, después de la cálida noche de amor con la actriz. Concretamente se insiste en decir que Marilyn conocía todos los detalles del desembarco en Bahía Cochinos de los cubanos que iban a derrocar a Fidel Castro y el apoyo que el Pentágono iba a darles en esa invasión. Otros aseguran que la relación que supuestamente tenía el ex presidente Kennedy con la mafia italiana, fue del conocimiento detallado de Marilyn y posiblemente el mafioso Sam Giancana optó por silenciarla para siempre, antes de que revelara esos secretos de enorme riesgo para todos. No obstante, el parte médico, psiquiátrico, señala que ella sufría de peligrosas depresiones que la habían llevado a consumir antidepresivos y pastillas para dormir y en uno de esos estados depresivos, optó por suicidarse. Su niñez, su adolescencia que dio “tumbos” y el hecho de ser tomada únicamente como objeto sexual, ayudó en gran medida para que decidiera quitarse la vida; es decir, los traumas que arrastraba.

Otra versión dice que Marilyn Monroe acabó con su vida cuando John F. Kennedy le dijo que ya no deseaba seguir con los amoríos con ella. Todo calza a la perfección en un “rompecabezas” que más bien, antes de lograr su construcción, lo que hace es aumentar las especulaciones y no arroja nada convincente. Se supone que uno de sus amigos que supo cabalmente qué le sucedió a la diva, fue el actor y cantante Frank Sinatra, sumido también en el submundo de la mafia y muy allegado a Marilyn, a tal extremo que se convirtió en su “ángel guardián”. Pero ese 5 de agosto de 1962, a las 4:55 de la madrugada, el jefe del departamento policial de Los Angeles, Jack Clemmons, recibió una llamada que lo alarmó. Era el psiquiatra de la actriz, Dr. Greenson, quien le informaba sobre la muerte de la bella mujer. Y es que desde febrero de 1961, Marilyn había estado recluida en clínicas y hospitales debido a sus constantes depresiones. En todo caso, la primera autopsia que le realizaron, aseguró que había muerto por una sobredosis de barbitúricos.

A mediados de los años 90, el FBI informó que no hubo tal suicidio, sino que se trató de un asesinato, pues le encontraron residuos del veneno usado en el recto; luego le llenaron la boca con los calmantes y pastillas para dormir que usualmente ella tomaba, para evitar que fuera descubierto el crimen. Y si ocurrió realmente así, el gobierno estadounidense y la agencia de investigaciones, supieron ocultar bien la verdad. Otra de las versiones manifiesta que la mafia norteamericana la asesinó porque ella sabía de los negocios que los gansters tenían con Sinatra y los podía revelar a la policía. Lo cierto es que Sinatra sabía muchos detalles de la vida de la Monroe y se los calló hasta la muerte. Incluso, hay una anécdota en la que se narra que Peter Lawford, el cuñado inglés de los Kennedy, estuvo en una presentación de Sinatra en el Cesar’s Palace de Las Vegas, y cuando el cantante lo vio sentado en primera fila, se le acercó desde el escenario rodeado por sus matones; fue cuando Lawford salió corriendo de aquel sitio, botando todo lo que se le pusiera enfrente y en un estado único de pánico. ¿Por qué reaccionó así aquel hombre emparentado con los Kennedy? ¿Qué sabían él y Sinatra acerca de la muerte de la actriz? Nunca lo sabremos. Ambos murieron hace algunos años y se llevaron las confidencias a sus respectivas tumbas.

Según las investigaciones, Marilyn tenía en su cuerpo tantos barbitúricos supuestamente ingeridos esa noche, que dejan pensar que, después de muerta, ella siguió tomándolos. Algo imposible a todas luces. Además, su cuerpo fue encontrado boca abajo, estirado sobre la cama y con las piernas cruzadas, algo poco común y aceptable en una persona que murió de una sobredosis. El médico que la examinó especuló que la actriz tomó 50 pastillas de Nembutal; y la manera como sostenía el teléfono al morir, indicó que ella trató de pedir auxilio. Quien está decidido a suicidarse, rara vez solicita que lo auxilien. Pero el dato que más sorprende, fue cuando la actriz Verónica Hamel y su esposo, compraron la casa de Marilyn, en 1972, y, al remodelarla, descubrieron un sofisticado sistema de espionaje en todas las habitaciones. Obviamente era vigilada por la CIA y el FBI, quizás por órdenes directas de los Kennedy. En todo caso, el misterio continúa y solamente la medicatura forense del FBI puede esclarecer la verdad sobre este hecho. Algo que, por supuesto, el gobierno de los Estados Unidos no estuvo, está, ni estará dispuesto a divulgar. ¿Por qué? Esa es otra incertidumbre sin respuesta alguna.

ENTREVISTA REALIZADA POR LA FAMOSA REVISTA "LIFE"


Portada de la revista Time
Portada de la revista Time

 Konrad Adenauer

 

 Konrad Hermann Joseph Adenauer (Colonia, 5 de enero de 1876 - Rhöndorf, 19 de abril de 1967) fue un político alemán, primer canciller de la República Federal de Alemania y uno de los "padres de Europa" junto con Robert Schuman,

Jean Monnet y Alcide De Gasperi, así llamado por su

papel relevante en el surgimiento de

las Comunidades Europeas.

 

Vida política

 

Tras haber cursado los estudios de Derecho en la Universidad de Friburgo, ingresó en las filas del Partido de Centro (Zentrum), desarrollando una intensa actividad política que le llevó a ejercer ininterrumpidamente la Alcaldía de Colonia desde 1911 hasta la subida al poder de Hitler. A principios de la década de 1920, coqueteó con la creación de un Estado renano dentro de Alemania pero separado de Prusia. De 1922 a 1933 fue canciller del Consejo de Estado prusiano.

 

República de Weimar

 

En 1926, cuando tenía cincuenta años y gobernaba con la ayuda de los socialistas el ayuntamiento de Colonia, la organización municipal quizás más prestigiosa del país, se le pidió que formase en Weimar un gobierno de coalición de acuerdo con criterios semejantes. Pero mientras Adenauer era un firme partidario de Occidente, partidario de una Alemania unida con las democracias de la Europa Occidental, su socio Gustav Stresemann «...era un hombre del Este fiel a la convicción que entonces prevalecía en Alemania, acerca del Primat der Aussenpolitik. Con la ayuda de Ernst Scholtz, líder del Partido Popular, y muy favorecido por el hecho de que el mariscal Pilsudski consiguiera imponer una cruel dictadura militar en Polonia, Stresemann logró torpedear el intento de Adenauer de formar una coalición que incluyera a los socialistas. De modo que la oportunidad de Adenauer, que hubiera podido modificar radicalmente el curso de la historia, se vio desaprovechada y el beneficiario fue Hitler, el más importante de los hombres del Este...»

 

Nazismo

 

Marginado de toda actuación pública por el nazismo y encarcelado varias veces, intervino en la preparación del golpe de Estado del 20 de julio de 1944, con el fin de derrocar el régimen hitleriano. Encarcelado por éste en los últimos meses de la guerra, fue al fin liberado y repuesto en la alcaldía de Colonia por los estadounidenses. Hacia el fin de la guerra, en 1945, Adenauer contaba con sesenta y nueve años, era confederalista y representaba a la Alemania policentrista del Sacro Imperio Romano, la alternativa posible para los regímenes totalitarios que prevalecieron entre las dos guerras: «... No era un separatista renano sino más bien un federalista, pero no depositaba la más mínima confianza en ninguno de los “genios alemanes”. Insistía en que los ”alemanes son belgas con megalomanía”. Los prusianos eran los peores: “Un prusiano es un eslavo que ha olvidado quién era su abuelo”...». Solía decir “Cuando el tren nocturno de Colonia a Berlín cruzaba el Elba, yo ya no podía dormir”. En el régimen de Weimar, el alcalde de Colonia era el jefe oficioso de la comunidad católica alemana y eso era suficiente para Adenauer. No tenía ni rastros del sentimiento racial alemán y tampoco nada de respeto por el Estado bismarckiano. ¿Qué le habían dado a los católicos alemanes? Los sufrimientos de la Kulturkampf...»

 

Ocupación británica

 

La política de los aliados consistió en reponer en sus cargos a los que habían sido cesados por los nazis. Así los norteamericanos le ponen al frente del municipio, pero al quedar incluida Colonia en la zona de ocupación británica fue cesado y expulsado por supuesta incompetencia en octubre de 1945, conforme a la política de apoyo a los socialdemócratas alemanes, dirigidos por Kurt Schumacher, propiciada por el gobierno laborista británico. «... Sin duda Gran Bretaña, que ahora tenía un gobierno laborista, apoyaba a los socialdemócratas siempre que podía. Los administradores británicos concebían Alemania como un país unificado, moderadamente socialista, cuya industria no estaría sometida a hombres del tipo de los Krupp, sino nacionalizada. Las áreas de educación y política del gobierno militar británico tenían un plantel de oficiales de tendencias socialistas, que se preocuparon de que los socialdemócratas administrasen la radio, la agencia de noticias y los órganos semioficiales del tipo Die Welt. El apoyo a los socialdemócratas fue el primero de muchos errores graves cometidos por la política exterior británica en su relación con Europa ...» 

 

A pesar de la terminante prohibición del mando militar inglés de dedicarse a tareas políticas, Adenauer concentró todos sus esfuerzos en que la recién creada CDU —concebida en la misma línea que el Zentrum, pero con una amplia remoción de sus esquemas doctrinales, para dar respuesta a las nuevas exigencias— alcanzase la madurez, con la esperanza de atraer a los protestantes, así como a los católicos, en un solo partido. En 1946 Adenauer era elegido su jefe, e igualmente de la rama bávara de la CDU, la Unión Social Cristiana (CSU), y dos años más tarde presidía el Consejo Parlamentario reunido en Bonn con el fin de trazar, según se había estipulado en los acuerdos de Londres de 1948, las líneas maestras de una futura constitución para toda la Alemania Occidental. El acuerdo de 1949 registraría el logro de una de las máximas aspiraciones de Adenauer: el reconocimiento de la soberanía de su pueblo —si bien no total y en régimen tutelado por los aliados— y el triunfo de su partido en las elecciones generales.

 

República Federal

 

Elegido en 1949 primer Canciller de la nueva Alemania por un solo voto de diferencia sobre su rival, Adenauer se alió con los liberales (FDP) para alcanzar la mayoría necesaria en el Bundestag, renunciando así a la unión con la socialdemocracia (SPD), cuyo repudio constituiría uno de los principios cardinales de la política desplegada por el canciller durante su etapa de gobierno.

Adenauer fue Canciller de 1949 a 1963, un periodo que abarca la mayor parte de la etapa preliminar de la Guerra Fría. En este periodo, Alemania Occidental fue separada políticamente de la Alemania Oriental.

 

Adenauer inició la reconstrucción de la Alemania Occidental y ayudó a convertir la nación en una potencia económica. Aunque el sombrío horizonte a que estuvo abocado su país en los años inmediatamente posteriores a la guerra había desaparecido, en parte, las huellas de ésta eran aún muy profundas en la desgarrada Alemania cuando Adenauer comenzó a regirla. Impulsor máximo del denominado milagro alemán, el balance de sus primeros años de gestión no pudo ser —en lo referido a la reconstrucción material y al aumento del nivel de vida— más positivo. Los siguientes ejemplos lo testimonian elocuentemente: hacia 1953, el marco alemán era ya una de las monedas más cotizadas y fuertes del mundo; la flota mercante rebasaba la cifra de 1.500 unidades, al tiempo que la producción de acero se emparejaba con la británica. La Comunidad Europea del Carbón y del Acero podía ponerse en marcha sobre los rieles alemanes.

 

Pero aún más que a nivel nacional, la acción gobernante de Adenauer se reveló enormemente eficaz y provechosa en el plano de las relaciones internacionales. En este terreno, el conseguir un puesto al sol, tras romper un cerco de odios y recelos e integrarse en el club de los grandes, fue obra exclusiva de la capacidad maniobrera y del talento político de Adenauer. Situada a manera de acordeón entre los dos bloques que se disputaban la hegemonía al acabar la Segunda Guerra mundial, la elección de la Alemania de Bonn venía dada por sus tradiciones e historia:

 

Teníamos que inclinarnos a un lado o a otro si no queríamos ser aplastados. Antes o después, uno de los dos grupos intentaría tener de su parte el potencial alemán... Sólo quedó una vía para salvar nuestra libertad política, nuestra libertad personal, nuestra seguridad, nuestra forma de vida, desarrollada desde hacía muchos siglos, y que tenía como base un concepto cristiano y humano del mundo: una firme conexión con los pueblos y países que tengan las mismas opiniones que nosotros sobre Estado, Persona, Libertad y Propiedad

Así, Adenauer dirigió la reconciliación de Alemania con Francia y las otras potencias aliadas. Bajo el gobierno de Adenauer, a la Alemania Occidental le fue permitido rearmarse y unirse a la OTAN. Adenauer también entabló relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y el resto del bloque del Este. En 1955 logró asegurar la liberación de los últimos prisioneros de guerra alemanes. Sin embargo, la incorporación de la Alemania Federal a Occidente no fue obra de un día. Las potencias recelaban de la República de Bonn y temían al fantasma de una revitalización alemana. Sólo la persistencia de un criterio revanchista y la incomprensión de las realidades con que se enfrentaba la Alemania libre pudieron alimentar en algunos sectores de la Europa Occidental aquel temor. Adenauer —que a partir de 1951 se había hecho cargo de la cartera de Asuntos Exteriores de su gabinete— no dejó de reiterar, en todas las ocasiones y ante todas las Cancillerías, las grandes diferencias entre la situación interna y externa del régimen de Weimar y el de Bonn. La presión estadounidense, el retroceso del sentimiento nacionalista y la decidida colaboración de Truman hicieron que las esferas más recalcitrantes de la IV República francesa aceptaran finalmente la validez de la argumentación, propagada por la diplomacia estadounidense, de que la suerte de Alemania estaba ligada a Europa y la de ésta a aquélla. Pero no sin que antes la cuestión alemana hubiera quebrantado el edificio del parlamentarismo francés. Y como sucedió en la década de 1920, tras haber aflojado los lazos que unían a Francia con Inglaterra, los mismos factores de crecimiento de la idea europeísta, junto con las hábiles medidas de reconciliación llevadas a cabo por Adenauer con el apoyo de Churchill y de Eden, condujeron a una rápida compenetración de los conservadores británicos con los puntos de vista alemanes.

 

Con un haber tal a su favor, la reelección de Adenauer en 1953 fue indisputable. Al alcanzar su partido la mayoría parlamentaria, pudo formar un gobierno homogéneo sin buscar la alianza de ninguna otra fuerza política. El nuevo periodo había de encontrar sus puntos culminantes en la reincorporación de Alemania como nación soberana e independiente al escenario internacional (5 de mayo de 1955) y en la puesta en marcha —merced en gran parte al poderoso motor alemán— de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, de la Comunidad Nuclear (Euratom) -embriones de la Comunidad Económica Europea (CEE)-, al tiempo que la situación material del país alcanzaba niveles semejantes a los más altos de Europa. Reelegido una vez más en 1957, no pudo conseguir la meta última de toda su actividad —la reunificación de Alemania—, pese a la incondicional ayuda ofrecida por EE.UU., si bien la obra de Adenauer pudo asentar sobre firmes bases la futura unidad europea mediante su entendimiento con la Francia de la V República.

 

En 1959 consideró brevemente presentarse para el puesto de Presidente, pero en lugar de eso escogió a un candidato (Heinrich Lübke) al que consideraba lo suficientemente débil como para no interferir en sus asuntos como canciller.

 

Las elecciones generales de septiembre de 1961 bosquejaron una situación muy semejante a la de 1949. Al no alcanzar la CDU la mayoría absoluta y persistir el repudio de Adenauer hacia el SPD, la alianza con los liberales resultó inevitable, pese al alto precio que éstos pusieron para integrarse en el gobierno: la retirada del canciller antes de finalizar 1963.

 

En 1962 se produjo el escándalo Spiegel, cuando la policía arrestó por orden del gabinete a cinco periodistas de dicho semanario, acusándolos de traición, específicamente por publicar un memorándum detallando supuestos puntos débiles en las fuerzas armadas alemanas. Los miembros del gabinete que pertenecían al FDP renunciaron a sus puestos en noviembre de 1962, y el Ministro de Defensa Franz Josef Strauss, líder de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, fue despedido, al igual que los miembros del gabinete que formaban parte del mismo partido. Adenauer se vio forzado a renunciar en 1963, no sin antes firmar el histórico Tratado de Amistad Franco-Alemán, y fue sucedido por Ludwig Erhard, aunque permaneció como líder de la CDU hasta 1966. A partir de su retirada política, Adenauer se dedicó a redactar sus memorias. Murió en Rhöndorf, un pueblo de Bad Honnef, el 19 de abril de 1967, debido a un infarto al corazón.

 

El estilo autocrático de Adenauer creó bastante descontento político, lo cual contribuyó a que se desencadenaran las revueltas estudiantiles de los 1960s[cita requerida] y la toma del poder a través del SPD en 1969. Su control irrestringido de la CDU finalizó cuando el congreso de la CDU designó a un administrador general con el poder para organizar el partido.

 

Personalidad

 

Un terrible accidente sufrido en 1917 había dado a Adenauer lo que Paul Johnson llama la impasibilidad de una estatua de un indio de caoba de tienda.4 Muchas conversaciones de Adenauer con periodistas selectos revelan el brillante conocimiento político que poseía. Por ejemplo, previó detalladamente cómo el desarrollo económico terminaría por iniciar la caída del régimen comunista en la Europa del Este.